“Con Maria Félix hice
“La Estrella Vacía”, ella era la estrella
y yo su novio periodista, pero le tenía tanto miedo
que no podía actuar. Su belleza y talento me intimidaban
tanto que no podía ni moverme”, recuerda Ignacio
López Tarso, quien del 1al 4 de noviembre pròximo presentarà
la obra “Macario, el ahijado de la muerte", que fue una de las pelìculas que lo consagrò como uno de los primero actores de la Epoca de Oro del cine mexicano. .
Añade que “cuando
María Félix se dio cuenta de mi miedo, me ayudo
mucho, principalmente al hacer las escenas de amor”,
tras decir esto ríe picadamente y agrega “me
ponía muy nervioso, especialmente cuando tenía
que besarla, pero ella me animaba, sólo me exigía
que no le dijera señora. “¡Dime María
y bésame con ganas!...¿qué no te gusto?,
me preguntaba con su singular voz. “Sí señora”,
le respondía…”¡Qué no me digas
señora!, dime María y bésame, ándale,
pero con ganas”, decía. No le importaba ensayar
varias veces la escena. Era muy profesional y yo encantado
de estar con la más bella. ¡Era linda!”,
dice entre carcajadas.
“¡Pues,
hombre, me conquistó!...era excelente compañera
de trabajo, e incluso un día le dijo al director “déjame
a Ignacio para ensayar las escenas de amor, y yo me hacía
el que no aprendía, pero finalmente perdí el
miedo y filmamos el beso que más he practicado.
“En ese entonces, María Félix,
en realidad, era una gran estrella, de carácter muy
fuerte, decidido, con un gran Don de mando. Entonces se hacìa
lo que ella ordenaba.
Era la gran señora. La doña”.
¿Era tan bonita como se veía en sus películas?
-- “Más, mucho más. Era bellísima,
preciosa. Decían que tenía el pelo postizo,
pero era mentira. Se maquillaba muy poco, pero lo inevitable
fue que con los años perdió centímetros.
Se hizo más chiquita, pero siempre fue bella. Hasta
la muerte fue la doña”.
¿Usted cuánto mide?
--“1.80 metros y no he perdido centímetros. Hago
poco ejercicio, como bien. Fui bien jugador de frontenis,
pero ya no juego con nadie, sólo con mi perro, porque
él no quiere competir. Mis hijos y mis nietos siempre
quieren apuestas”, entre risas agrega “¿todos
me ganan, ya no les doy batería, aunque me cuido mucho.
Como sandía, mango, nada de grasa. Mi chofer José
Luís, quien es hijo del primero que tuve me surte la
despensa semanalmente en la Central de Abastos. Todo debe
ser fresco, porque de lo contrario, te descalcificas”
EL QUIJOTE DE LA MANCHA
Tras años de exitosa carrera, López Tarso acepta
escenificar en el Polyforum Siqueiros a Don Quijote de la
Mancha, en la obra “El de la Figura Triste”, que
tras cerrar su temporada en octubre de 2006, continua
presentándola en eventos privados, principalmente en
escuelas.
La obra ayuda a recordar el idealismo del Quijote
de la Mancha, que el año pasado celebró los
400 años del aniversario en que Cervantes escribió
este magistral libro, que a cuatro siglos de existencia aìn
es la primer y mejor novela escrita en español.
La obra es una lectura en atril, interpretada magistralmente
por López Tarso, su hijo Ignacio Aranda, quien es el
Sancho Panza, Gabriela Pérez Negrete, narradora e interprete
de los personajes femeninos, acompañada por la guitarra
clásica de Guillermo Philips.
En hora y media hacen el recorrido desde que Sancho Panza
y Don Quijote salen por primera vez como caballeros andantes
de esa época, en la que muchos se dedican a robar,
pero otros como Don Quijote a “solucionar agravios,
deshacer entuertos, ayudar a los menesterosos y desvalidos.
A Don Quijote le va muy mal en sus aventuras y regresa derrotado,
a pesar de todo su afán de ser útil a la humanidad.
Le golpean, lo hierren, se burlan de le, le dicen loco.
Derrotado regresa
a su casa años después a morir.
En esta obra hablan maravillosamente del amor. Don Quijote
esta enamoradote una campesina fea, burda, a la que él
ve hermosa y le llama Dulcinea, su gran amor.
¿Si usted fuera Don Quijote que diría de esta
época?
--“Que después de 400 años, siguen preocupando
los valores morales, el amor, la amistad, la lealtad, el valor
y que hay muchos Quijotes que quieren deshacer entuertos y
ayudar a los necesitados”.
“Villaurrutia fue un gran poeta”, dice al tiempo
que gira su silla y saca de entre los libros, uno pequeño,
amarillento por el paso del tiempo, y mientras lo hojea se
pregunta mira hacia su biblioteca y se pregunta ¿he
leído todos?...¡claro que no!, se responde con
su clásica sencillez y honestidad. Son libros de consulta.
“Este es uno de los ejemplares de Javier Villaurritua,
quien hizo su propio epitafio”, se pone los lentes y
lee como sólo èll lo hace:
“Duerme aquí silencioso e ignorado el que en
vida vivió mil y una muerte. Nada quieras saber de
mi pasado. Despertad es morir. No me despiertes”.
“El dijo, quiero esto en mi tumba y esta en su tumba”.
¿Usted ya tiene su epitafio?
---“No, sólo tengo recuerdos y una maravillosa
vida”.