*Desde aquí el planeta se ve enfermo


Por ELVIA ANDRADE BARAJAS


QUITO, REPUBLICA DEL ECUADOR, 29 de septiembre de 2024.- Quito, la ciudad inca con forma de Jaguar entre volcanes, montañas, lagos y cascadas de la cordillera de los andes ecuatorianos, se ubica en la Mitad del Mundo, en la latitud CERO del planeta, desde donde la tierra se ve enferma.


Lanza un SOS para detener la depredación del hombre que le provoca sequía, hambre, narcoviolencia, desempleo, desigualdad social, así como extinción de sus pueblos indígenas que se resisten a perder sus tradiciones de las que se han ido despojando.


Todo empezó por vergüenza.  


Las mujeres indígenas se taparon los senos ante el morbo del que se dice civilizado y moderno.


Camino a Quito, saliendo del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, desde lo alto se ve con orgullo la Gran Tenochtitlán que poco a poco queda atrás entre el clásico ruido del avión y las densas nubes blancas con distintas e irrepetibles formas que parecen danzar con los rayos del sol, truenos y relámpagos que a lo lejos anuncian una tormenta disipada en suave lluvia antes de llegar a la República de El Salvador.


¡El cielo es de todos!, dice la azafata de la colombiana y austera Avianca, que a diferencia de Aeroméxico no da auriculares, frazada ni un vaso de agua gratis. Nada.


Todo tiene un precio aparte y sólo aceptan pagos con tarjeta de crédito.  Las de débito o los dólares son rechazados.


Pero eso es peccata minuta, frente a un cielo tupido de estrellas, tan grandes o más como las que vi en mi infancia allá en mi pueblo natal Ayutla, Jalisco, el amor de mis amores.


Las emociones se agolpaban, por un lado, la belleza de esas estrellas únicas, los recuerdos que evocaban y la duda sobre ¿cómo nos tratarían en Ecuador?


El rompimiento de las relaciones internacionales entre México y Ecuador por la irrupción de la Policía Nacional ecuatoriana a la embajada de México en Quito para arrestar al ex vicepresidente ecuatoriano Jorge Glas, pese a que sería asilado en tierras mexicanas, provocó ruptura diplomática y comercial entre ambos países.


La fractura de las relaciones diplomáticas inició con la suspensión de los vuelos de Aeroméxico a esta tierra andina.


Así que para llegar a la VII Cumbre Internacional de Periodismo CONAPE 2024, que iniciaría el 2 de septiembre de 2024 en Quinindé, en la región Esmeralda, conocida como “la Costa Nostra”, los periodistas mexicanos que acudimos a ese encuentro internacional tuvimos que llegar por distintas compañías aéreas.


Todos hicimos conexión en aeropuertos de diferentes países, según la hora del vuelo y del estado del que volamos a Quito.  


A mí, que salí del Aeropuerto Internacional Benito Juárez de la Ciudad de México y por el horario, me tocaron dos conexiones: El Salvador y Guayaquil, Ecuador.

 

La tierra de Bukele

 

 

 

Aterrizar en la tierra de Nayibe Bukele, sirvió para comprobar que de 2019 a la fecha remodelaron y modernizaron el aeropuerto Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, cuya fotografía se aprecia en un gran mural que da entrada a un sencillo museo de tejido de telas y artesanía de El Salvador.


“Bienvenidos a la Tierra del Surf, de los volcanes (242)  y del café”, se lee en un gran mural azul rey con letras amarillas y blancas, destacando que en El Salvador sus playas tienen las mejores olas de Centroamérica para surfear, con una longitud entre 100 y 200 metros sin cerrar.


Los salvadoreños también se presumen como los mejores productores de café, titulo que le disputan Colombia, Perú y Ecuador, que además se pavonea como el mejor productor de cacao y chocolate.


Al llegar al aeropuerto internacional Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez la dolarización de la República de El Salvador, se hace presente desde las maquinitas de café, dulces, chocolates, así como en las tiendas de artesanía que ofrecen ropa de playa, tablas para surfear, recuerdos de El Salvador destacando camisetas y gorras con su bandera, palmeras, tucanes y un sol playero único, así como plumas para escribir decoradas con tejidos a mano que forman muñecas de trapo en telas, con sobreros tejidos a mano y colores típicamente salvadoreños.


Los restaurantes del aeropuerto huelen a churrasco salvadoreño, empanadas y pan de harina, yuca con chicharrón y popusa, alimentos corazón de la cocina de este país de América Central, de clima tropical, ubicado en el litoral del Océano Pacifico, que limita con Guatemala, Honduras y Nicaragua.


El aeropuerto de la Republica de El salvador lleva el nombre de Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, porque fue canonizado como Santo por el Papa Francisco, tras ser asesinado por el Ejército salvadoreño por encabezar la defensa de los Derechos Humanos del otrora violento país.


Monseñor Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980 por ordenes del Mayor de la Guardia Nacional, Roberto d'Aubuisson, creador de los escuadrones de la muerte y fundador de ARENA, y del coronel Arturo Armando Molina.


En esos años El Salvador era un país muy violento, sometido por los Mara Salvatrucha, pandillas criminales que violaban, se dedicaban al narcotráfico, extorsión, contrabando de armas, secuestro, robo y asesinatos por encargo, extendiéndose a Guatemala, Belice, Honduras, Estados Unidos, Canadá y México.


 Tras la pandemia de Covid-19 y con la llegada al poder de Nayib Bukele, el 1 de junio de 2019, el país se pacificó tras el arresto de 65 mil supuestos pandilleros de la MS-13 y de Barrio 18, entre otras pandillas que habían convertido el país en un infierno, al grado que no se podía pasar de una colonia a otra sin un salvoconducto de algún jefe criminal.
En 2019 no se podía transitar por El Salvador libremente.  La violencia estaba al tope.


En ese tiempo la fotografía de Nayib Bukele y su esposa Gabriela Rodríguez, entonces embarazada de su primer hija Layla, estaba en la entrada de la sala de vuelos internacionales, mismas que estaban en condiciones deplorables.


Entonces parecían pobres, tanto que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, recién estrenado en el cargo, regaló a El Salvador 30 millones de dólares para que impulsaran su desarrollo económico, lo que indignó a los mexicanos, porque “en México hay más necesitados”.


El Salvador tiene 6.4 millones de habitantes, mientras que México tiene 129.5 millones de personas, de las cuales 46,8 millones de mexicanos, el 36,3% de la población total, viven en pobreza.


Sin embargo, China le dio más a Nayib Bukele y le ayudó a transformar ese caótico país.


Le otorgó un fondo de cooperación no reembolsable de 500 millones de dólares para infraestructura urbana, cultural, turística, de transporte y para la mega cárcel con cupo para 40 mil pandilleros.


Ahora El Salvador, que se dice guadalupano tanto que en la Plaza Cívica tiene un altar a la Virgen Santa María de Guadalupe, luce muy diferente, más moderno y seguro.


La Catedral Metropolitana del Divino Salvador delo Mundo, donde se encuentra la tumba de Monseñor Oscar Romero, ya no está rodeada por ladrones.


Ahora parece un lugar tranquilo,  imperdible para los turistas nacionales y extranjeros a quienes los vendedores les ofrecen a dólar un montón de uvas, plátanos o manzanas de la región, ¡son las más jugosas y deliciosas del mundo!, dicen.


La escala en El salvador fue muy fructífera, aunque no hubo tiempo para ir a Palacio Nacional e intentar entrevistar a Nayib Bukele o algún gabinete de su gobierno.

 

GUAYAQUIL. Cuna y cárcel de Jorge Glas.

 

 

 

La siguiente conexión a Quito fue a Santiago de Guayaquil, Ecuador, una ciudad sorprendentemente hermosa y muy iluminada, donde destaca el Malecón Simón Bolívar, La Perla, un mirador de 57 metros, desde el que se contemplan los modernos y altos edificios de esta bella ciudad.


En Guayaquil nació Jorge David Glas Espinel el 13 de septiembre de 1969.


Glas Espinel, nacionalizado alemán, fue vicepresidente de la República del Ecuador del 24 de mayo de 2013 al 6 de enero de 2018, durante el gobierno de Rafel Correa (2013-2017), quien también nació en Guayaquil el 6 de abril de 1963, y gobernó Ecuador por tres mandatos sucesivos durante 10 años.


Actualmente, Correa vive en Bélgica, luego de que en abril de 2020 fue condenado en ausencia a ocho años de cárcel por cohecheo mediante influjo psíquico por actos de corrupción, por los que también fue acusado quien fuera su vicepresidente, Jorge Glas.


El 7 de abril de 2020, Glas fue sentenciado a 8 años de cárcel por la Sala Penal de la Corte Nacional de Justicia por ser coautor del delito de cohecho pasivo agravado.


Fue acusado junto con Rafael Correa de liderar una estructura criminal que recibía pagos de contratistas privados a cambio de adjudicaciones en contratos del sector público.


​Glas denunció que en la cárcel fue objeto de torturas físicas y psicológicas​ por parte del gobierno ecuatoriano.


El 5 de abril de 2024, fue detenido por policías ecuatorianos en la Embajada de México en Quito, Ecuador, donde estaba asilado.


Los policías también agredieron al embajador mexicano, Roberto Canseco, y a varios trabajadores de la embajada.


Tras el asalto, México anunció la ruptura de relaciones diplomáticas con el Gobierno ecuatoriano.


Glas fue trasladado a la Unidad de Flagrancia de Pichincha en Quito y al día siguiente fue enviado al Centro de Privación de Libertad Guayas N° 3 en Guayaquil, conocida como La Roca,  donde hasta hoy esta preso.


El Aeropuerto Internacional de Guayaquil José Joaquín de Olmedo se anuncia como uno de los mejores del mundo.


Ciertamente es muy moderno. Bien iluminado, con muchas tiendas de artesanía, conectores para los celulares en todas las salas, muchas cafeterías y un estricto control de aduanas, especialmente para los mexicanos que hacen conexión a Quito.


¿Mexicana?, pregunta la chica de aduanas al revisar el pasaporte.


Sí, respondí con temor de que pusieran algún obstáculo.


Sin embargo, la empleada ecuatoriana fue muy amable y con alegría exclamó:


“¡México!, dicen que es muy bonito y que su gente es muy cálida. Quiero conocerlo.  Avance.  Bienvenida a Ecuador”. 


Ups, no dijo nada del rompimiento de relaciones diplomáticas entre México y Ecuador.

Era de madrugada. 


Llegaríamos a Quito a las siete de la mañana.  A lo lejos se veía una batalla en el cielo.


Rayos, truenos y centellas relampagueaban a kilómetros de distancia, mientras el cielo por el que volaba el avión que me llevaba a Quito seguía atravesando un firmamento lleno de estrellas.


A las seis de la mañana en punto el sol apareció majestuoso en el este extendiéndose como pavorreal en todo el cielo.


El espectáculo duro minutos.


Los rayos del sol se abrieron e iluminaron las densas nubes blancas, parecían enormes tapetes de algodón muy acolchonados.


La neblina se disipaba y dejaba ver imponentes montañas.


Ya estábamos en la Cordillera Occidental de los Andes Septentrionales de Ecuador.


Las imponentes montañas que despedían poco a poco la neblina que las abrazaban y escondían de la noche, eran el macizo de los volcanes Pichinchas, bajo cuyas faldas se levanta Quito, una de las ciudades más elevadas del mundo a 2,850 metros sobre el nivel del mar.

Al aterrizar, las montañas, que rodean la tierra andina, sin la neblina de la mañana ya lucían áridas. Tristes.

 

Por fin llegamos al Aeropuerto Mariscal Sucre de Quito o Tababela, y aquí comprendí porque habíamos pasado a la Aduana de Guayaquil.


Aquí nadie nos revisó. 


El vuelo era nacional, sólo recogí mi maleta y tras tomar el primer café ecuatoriano, pedí un taxi en el módulo de servicio hacia el hotel que reservé desde México.


El taxista era un hombre indígena que no rebasaba el metro y medio.  Apenas me entendía y me aterró cuando dijo que no sabía dónde estaba el lugar al que íbamos y que pondría la aplicación de rutas Waze.


¿No sabe a dónde vamos?

“No, pero no se preocupe llegaremos.  Hoy es mi primer día de trabajo en este taxi, pero no se preocupe”.

¡Dios mío, que horror!, pensé, estoy tan lejos de mi casa, en un país donde no tenemos consulado, con un hombre que no sabe ni a dónde va y no le entiendo bien lo que dice.


Fue el primer susto que pase en Ecuador, de muchos otros que vendrían más adelante, por lo que termine diciendo que este país es para berracos (valientes) como dicen los colombianos.


El diminuto hombre seguía las indicaciones de Waze con una música ecuatoriana a todo volumen y manejaba como si fuera protagonista de la película Rápido y Furioso.


Decidí hacerle la plática, para que bajara la velocidad.


Ecuador no es tan cálido como Guayaquil, aquí hace frío, aunque hay sol, por qué, le pregunte:

Porque aquí estamos rodeados de volcanes y cerros, y por la noche hace más frío, mucho, dijo mientras bajaba la velocidad y me explicaba que el aeropuerto Mariscal Sucre o tababela estaba a 40 minutos del Centro de Quito.

Continuará.


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