PATA DE PERRO
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DDESCUBRE EL ESCUBRA EL

DE TEOTIHUACAN



PATA DE PERRO
21/12//07

Cibertransa

Por RAMIRO GÓMEZ-LUENGO

No habiendo otra opción, el perro recordó sus tiempos de mecánico, y tras colocarse en un tallercito de un barrio de Iztacalco como científico honorario de la NASA, supo entre cambios de aceite, afinaciones y una que otra talacha sesuda, que los tiempos han cambiado, porque ahora se puede ganar muy buen dinero arreglando vehículos que no tienen... nada.
Y es que todo hubiera seguido su curso normal de no ser por el relato de aquella señora de unos 71 años de edad, quien dejó con la boca abierta a todos los mais del taller cuando con grandes aspavientos les explicó que manejaba su coche por la lateral del Periférico sur hacía menos de dos semanas, cuando de repente sintió un golpe en la carrocería.
“Pensé que me habían lanzado una piedra –agregó- pero a los pocos metros volví a experimentar la misma sensación, no una, sino varias veces, antes de comprender que el motor perdía potencia. A través de la ventanilla observé que dos hombres, desde un auto que se había emparejado al mío, intentaban decirme algo”.
-¡Párese!, -escuché mientras bajaba el vidrio-. Su carro está echando lumbre por el escape.
Frené al mismo tiempo que mi cochecito se apagaba, y me bajé corriendo con el corazón en la mano para ver las supuestas llamas, en tanto que los serviciales individuos que me habían advertido del problema llegaban corriendo para ayudarme.
-¡Qué barbaridad!, -me dijo uno de ellos, Por suerte somos mecánicos. Déjenos ver su motor.
“Atónita por la extraordinaria coincidencia, les abrí el cofre del coche para que examinaran el motor”.
-Es un problema eléctrico -determinaron en menos de medio minuto.
“Me pidieron permiso para sacar la computadora que los autos modernos llevan debajo del tablero, y a la vista del aparato, que mostraba marcas de fuego, concluyeron que el cerebro cibernético del vehículo se había fundido”.
-No nos lo va a creer, seño, pero nosotros, de pura chiripa, traemos una computadora nuevecita, idéntica a la suya. Si quiere se la instalamos en caliente, ya pa’ que se vaya...
-¿Cómo cree usted? –les dije-, debe ser carísima...
-No tanto -sonrió el otro mecánico-. Denos 10 mil pesitos.
“Total, cerramos el trato en dos mil pesos, y después de montar la flamante refacción, fuimos a un cajero automático, aguardaron a que retirara el dinero y se despidieron como dos blancas palomas.
“Pero lo peor de todo es que ahora que vengo con ustedes, que son mis mecánicos de confianza, me dice el dueño del taller que soy la cuarta persona en lo que va de esta semana que llega con el mismo cuento, asombroso pero no inexplicable”.
Maravillado por el relato de la ñora, el canino recordó sus tiempo de reporperro y se puso a verigüar entre sus amistades mecanicoides, descubriendo algo que de seguro ignora el mismísimo jefe de la policía capitalina.
Desde hace cinco años al menos, fecha del testimonio más antiguo, en la ciudad de México opera una banda de atracadores cibernéticos, los cuales se dedican a timar, sobre todo a personas de la tercera edad, empleando un aparato que “dispara” ruidos de coche a coche, descomponiendo el módulo de control, conocido vulgarmente como la computadora, cuando el vehículo está en movimiento.
Otro de los asaltados, cliente del mai Leopoldo, quien se da el lujo de trabajar en la esquina de Santiago y Amacuzac, le relató al perro que fue víctima de esta banda en dos ocasiones:
"La primera vez me vieron la cara exactamente como a la señora que habló con usted. Al principio creí que me estaban balaceando el coche, porque sentí unos golpes muy fuertes. Luego se bajaron unos fulanos, dizque para ayudarme, y al final me vendieron una computadora nuevecita. Pero cuando abrieron su cajuela para sacarla, vi que traían no una, sino cinco. Eso fue hace tres años y medio.
“La segunda vez fue hace como ocho meses, pero yo tengo buena memoria y reconocí al tipo ése, así es que le dije: ‘o me deja mi coche como estaba o llamo a la policía’. Y sí, me volvió a poner mi propia computadora y se largó tan quitado de la pena".
Pese a ser un perro callejero, el canino aún tiene amigos influyentazos, y por eso se dio el lujo de comentarle a un alto mando de la Secretaría de Protección y Vialidad sobre la banda de estafadores cibernéticos, pero su respuesta fue digna de político en campaña: “Nosotros nos reunimos todos los días con el gabinete de seguridad, pero nunca habíamos oído esto. Lo voy a plantear para que se investigue”.

PAGAR EL PATO

Días más tarde, en una conocida, vieja, por sobre todo nostálgica cafetería del centro departía el perro con dos nerds, quienes saben todo respecto de la superautopista del espacio, por la cual circulan a diario millones de seres humanos de todo el planeta, y a quienes les preguntó si era posible dañar a cierta distancia la computadora de un carro con una máquina que emita sonidos inaudibles para el oído humano, y éstos no dudaron en responder: “claro que sí”.
-Probablemente son hackers -opinó uno de los nerds.
-¿Y qué diablos es eso- espetó el perro, quien creyó en un principio que el nerd número uno había estornudado.
-En el lenguaje de los internautas un hacker es un experto en computación capaz de llevar a cabo proezas que se antojan irreales, por ejemplo, violar los códigos secretos de las empresas más ricas y poderosas de la tierra, pasar dinero de una cuenta bancaria a otra o “atacar” los sistemas de inteligencia de los gobiernos, desquiciándolos desde el simple, apacible y simple teclado de un café Internet.
“Preocupados por este fenómeno, en contra del cual el Pentágono gasta millones de dólares al año, tanto en espionaje como en contrainsurgencia cibernética, a finales del sexenio de Ernesto Zedillo, la Secretaría de la Defensa Nacional realizó un experimento para descubrir la identidad verdadera de los grandes maestros mexicanos que, sin ser tenistas, saben subirse a la red”.
“No hace mucho -agregó el nerd número dos- un noticiario de Televisa informó que un hacker había atacado la página electrónica de la Secretaría de Hacienda, pintándola con símbolos típicos de la subversión.
“De inmediato los verdaderos hackers mexicanos visitaron el portal de Hacienda y encontraron algo que les pareció falso, porque los símbolos garabateados eran tres: el del EZLN, la A de los anarquistas y el famoso sombrero del revolucionario nicaragüense Augusto César Sandino, que en conjunto no guardan ninguna relación lógica entre sí”.
En aquel tiempo, según los dos nerds, los hackers solían reunirse clandestinamente en lugares públicos para decirse aquello que sólo podía ser transmitido por vía oral, pero después del supuesto ataque a la página de Hacienda, empezaron a aparecer en esos encuentros unos sujetos con facha de policías.
“Los compas nos dimos cuenta y comenzamos a tomarles el pelo. ‘¿Ya no te acuerdas de mí cabrón?, le decían a alguno. Pero si tú y yo trabajamos juntos en la PFP? Así los desenmascaramos".
Según los sesudos amigos del perro, hay tantas clases de hackers como variantes ideológicas tiene el pensamiento político de nuestros días, pero, hoy por hoy, debido quizá a la incertidumbre que existe en el mundo por la acentuada demencia del gobierno estadunidense, la tropa cibernética está a la expectativa, impulsando una campaña de “terrorismo poético” para burlarse, por ejemplo, de las cámaras escondidas que nos espían en las grandes ciudades. “Quienes la animan –explican los nerds- invitan a sus camaradas, por ejemplo, a besarse con sus parejas dentro de los cajeros automáticos de los bancos, enviando un mensaje que exalta la preminencia del amor sobre el dinero.
“Aunque en realidad la mayoría de ellos buscan notoriedad, es decir, darse a conocer como el cuate que violó la seguridad del Pentágono o el que inventó el virus Galileo, que acabó con los archivos de la Santa Sede”.
-¿Pero con que fin?-apuntó, enfático, el caninos vulgaris.
-Primero, hacerse famoso, después irse un rato a la cárcel y, finalmente, ser contratado por el Pentágono o el Vaticano, de preferencia a un costo de 20 mil dólares mensuales, para velar por la seguridad cibernética de esas empresas. Aunque hay unos compadres que se conforman con andar por todo el mundo dando conferencias sobre cómo evitar que los hackers te hackeen.
Según los nerds, en el campo de la derecha católica también se cuecen habas, ya que durante la campaña electoral del tristemente célebre Vicente Fox, muchos mexicanos, sobre todo periodistas, fueron bombardeados por iracundos internautas que los hostigaban por criticarlo.
Eran voluntarios en su gran mayoría, pero una vez que Fox subió al poder, varios hallaron trabajo con el señor de Martita, e incluso durante mucho tiempo atendieron a determinados columnistas, -destaca el nerd número uno, quien explica:
“Primero estudiaban el perfil psicológico de su cliente, tratando de crear ciertos lazos afectivos a partir de presuntas afinidades, y les escribían con regularidad para comentarles tal o cual artículo, exigiéndoles, bajo imperativos morales, modificar opiniones que en esos momentos perturbaban a tal o cual funcionario”.
La hazaña más reciente de los hackers de derecha ocurrió cuando a miles de buzones electrónicos del país llegó un mensaje que exhortaba a comprar refrescos de la marca Pascual Boing “para ayudarla a sobrevivir ante el embate de las aguas negras de las trasnacionales como Coca-Cola y Pepsi”.
El engaño se desnudó cuando Salvador Torres Cisneros, presidente de la cooperativa refresquera, 93 por ciento mexicana, declaró que Pascual está mejor que nunca.
-El ataque pudo haber sido originado por la empresa Walt Disney, que demandó a la Pascual porque usa en sus envases, desde 1940, la efigie del pato Donald -comentó el perro.
-Usaba hermano, porque ya cambiaron la imagen a un pato más moderno, más locochón, así como con pinta de Skateer (Patineto)... ¿O de hacker?

PATA DE PERRO
09/12//07

 

 
Indios Verdes
 
POR RAMIRO GÓMEZ-LUENGO

 Andaba el Perro contagiado del síndrome de la Familia Burrón, es decir, sin trabajo y preocupado por la carestía, cuando un vecino que tiene taxi, pero no tiene chofer, le llenó la cabeza con una tentadora idea: “manéjalo los fines de semana en la noche y nomás me das media cuenta. El chiste es que la nave no esté parada cuando me toca descanso”.


-¿Pero para eso se necesita un tarjetón especial? –inquirió el can, visiblemente tentado por la oferta.
-Si claro, nomás te tomas un curso de lunes a viernes de siete horas diarias, haces un examen de conocimientos geográficos, mecánicos y culturales, y, finalmente, te subes a un simulador en donde no debes chocar más de tres veces ni atropellar a más de dos personas y...listo.
-¿Y eso cuánto cuesta?
-Derecho te sale unos mil pesos. Por la libre, es decir, ahorrándote el curso pero teniéndote que presentar al examen, ya que ahí te toman la huella y la foto, como en dos mil pesos.
-¡En la madre! Pero si yo tengo ganas de entrarle a esto precisamente porque ando escaso de liquidez.
-Okey mi Perro güero y callejero, le doy chance de que se salga a trabajar por las noches a la brava, es decir, le presto mi tarjetón, al fin y al cabo que nos parecemos bastante.
-¿Nos parecemos buey?, pero si eres prieto, chaparro, barrigón y cacarizo.
-Pero de noche todos los gatos son pardos. ¿Quiubo, se va a armar o no el chisme? Total, lo haces mientras juntas la lana pal curso.
-Ni hablar carnal... traes puñal.
 

Primera ofensa

Eran las nueve de la noche cuando el can cambió las pezuñas por zapatos de hule y, no sin antes darse una persignada gigante, se montó al volante del desvencijado vochito verde, placas L54429, cuyo dueño, según contaban las malas lenguas, había rescatado hace poco del corralón luego de que a su chofer lo habían asesinado a bordo del mismo.
-¿Me juras que aquí no espantan?, -inquirió el perro mientras acomodaba su chamarra en el hueco que queda entre el asiento trasero y el medallón.
-¿Cómo crees? Cuídate de los vivos, que esos sí son cabrones. Y ya sabes, después de las 12 no uses el taxímetro y antes de abrirles la puerta, baja el cristal y negocia la dejada. Si te preguntan si usas aún el taxímetro, aguas, ese es peligroso. Si nomás van dos, también aguas, aunque sean hombre y mujer o incluso abuelita y nieto. Y si te dicen luego, luego que sí, aunque les estés cobrando el triple de lo que valdría la dejada, también aguas.
-¡A chingaos!, entons, ¿a quién subo?
-A cualquiera menos a un ratero.
-No, pos está regalado el pedo. ¿Algún otro preclaro y orientador consejo?
-No subas pasaje en zonas federales, como el aeropuerto, ni en el Estado de México, porque es corralón y multa de 20 mil pesos,  ¡y saca la chamarra de atrás que te la van a volar buey!
Raudo y veloz, aunque sea a 60 kilómetros por hora, el can de raza chafirete, con mezcla de ikuiniqui, macalacachimba y ribetes de Arjona venido a menos, se encamina por Reforma para ver si se sube una güera exuberante a la altura del Ángel, pero sólo se monta al vocho un señor gordo que casi no habla español y que tiene un destino cuyo nombre encierra misterio y desafío: “won’t you take me to the airport please”.
“Ok mister Pancho”, le dice el perro, quien durante el trayecto va pensando en que Dios es grande, puesto que en su primera dejada se va a ganar la locura de 60 pesotes, lo cual para el gringo no es nada, ya que eso es lo que le costaría en cualquier ciudad de su país el puro banderazo: seis dólares. Ventajas de vivir en una economía estable y a prueba de devaluaciones como la nuestra.

Velatorios Velasco

Bandera abajo, luz del copete apagada, el perro puede darle la vuelta al aeropuerto en paz, pero no calcula que a poco metros de tomar el puente para salir de la zona federal y regresar a la Venustiano Carranza hay obras que obligan a casi detener la marcha del vehículo, momento que es aprovechado por un hombre moreno, de mediana estatura y que sólo porta un maletín deportivo, para abalanzarse sobre el taxi y montarse en él en menos que canta un gallo.
Trabado por la sorpresa, el Perro sólo ve grúas federales, patrullas federales, policías federales y, lo peor de todo, un taxi en un corralón y una multa de 20 mil impagables pesos en su corto futuro, por lo cual decide acelerar a fondo y brincarse los baches de las obras, los topes , las señales y todo lo que haya por delante con tal de salir de ahí.
Con el corazón a  mil por hora tras el sofocón, el Perro regaña a su inesperado pasajero y le recuerda mientras se integra al chilango Circuito Interior que subir gente en el aeropuerto está prohibido, a lo cual recibe una respuesta escueta, pero cuya voz viene desde dentro del alma:
“Lo sé y le ofrezco mil disculpas por mi locura, pero acabo de llegar de Los Ángeles, California, y me urge muchísimo llegar lo más pronto posible a los velatorios Velasco de la colonia Guerrero?:”
-¿Usted sabe dónde quedan.
-Sé de una Velasco que entierra amores.
-No le entiendo.
-Discúlpeme, nomás hablo de ardido.
-Mire, si no sabe no hay problema, total, yo viví ahí hace muchos años y podemos ir preguntando por el camino, después de todo le juro que le voy a pagar muy bien la dejada para reponerle un poco el coraje que paso orita. ¿Esta bien?
Se hace el silencio a bordo del vehículo, pero la duda agobia al perro, quien no puede evitar interrogar a su inesperado pasajero, quien permanece cabizbajo y con la mirada perdida mientras trata a duras penas de contener el llanto.
-¿Se le murió un ser muy querido? –Terció el Perro esperando no recibir una mentada de madre.
-Me mataron a mi hijo de 17 años.
-Dios, qué desgracia, ¿pero cómo pasó?
-Lo asesinaron durante un asalto a bordo de uno de los camiones que salen del Metro Indios Verdes con rumbo al Estado de México. Me avisaron hace ocho horas, por lo que tomé todo el dinero que tenía guardado y agarré el primer avión de Los Ángeles para acá, ya que el cuerpo va a ser cremado a las ocho de la mañana. Quiero por lo menos decirle adiós, ya que tenía cinco años sin verlo, y pedirle que me perdone por haberlo abandonado tanto a él como a sus hermanos y a su mamá.
-¿Pero estaba usted trabajando para ellos, les mandaba dinero para que se sostuvieran?
-Al principio fui muy cumplido y le trabajaba duro en todo para tener dinero y venir por lo menos una vez al año a verlos. Pero luego, con cualquier pretexto, le decía a mi mujer que no había dinero para viajar y nomás le mandaba algunos dólares. Luego nomás mandaba el varo y, finalmente, me enamoré de una muchacha que trabajaba conmigo en una fábrica de plástico cercana a Chulavista, con la cual me fui a vivir y formé una nueva familia, por lo cual me olvidé por completo de mi gente aquí en la Guerrero.
-¿Se siente culpable de la tragedia?
-Claro, si supiera cuántas veces mi mujer me mandó cartas en donde me decía que los niños preguntaban por mí, que si iba a regresar, que si los había abandonado, y lo peor de todo es que mi Jorge fue el que más resintió toda esa situación. Mi mujer me advertía: “jorgito es muy rebelde; me contesta con groserías, llega tarde a la casa, no va a la escuela y se junta con los pandilleros de la vecindad”.
A mí se me hacía fácil decirle que eran cosas de muchachos y que se le iba a quitar con la edad, que yo le iba a enviar mucho dinero para que se fueran del barrio, pero lejos de ayudarla, me hice buey y me busqué otra vida. Incluso deje de cartearme con ella y ya no le enviaba remesas, porque tenía que mantener a mi nueva familia.
La plática se interrumpe cuando inesperadamente, entre Moctezuma y Magnolia, se asoman sobre la banqueta derecha, en dirección norte-sur, del eje Guerrero, los velatorios Velasco, que lucen pletóricos de gente vestida de negro.
-No se pare en frente por favor, que no lo quiero comprometer –agrega el hombre en un tono tan firme que el Perro frena de inmediato la marcha, aunque no puede evitar su sorpresa por la naturaleza del comentario.
Pero la sorpresa se incrementa cuando el hombre extrae de su maletín varias fajillas de billetes y le extiende al perro 50 dólares en pago por sus servicios.
-Don, muchas gracias, pero no tengo cambio.
-Son pa usted.
-Me está dando más de 500 pesos.
-555 pesos según el tipo de cambio en el aeropuerto capitalino. Le dije que le iba a pagar bien, pero además le agradezco que me haya escuchado. Porque ya no puedo con el cargo de conciencia.
-No se martirice porque unos ladrones hijos de la chingada mataron despiadadamente a su hijo. Ya la pagarán esos cabrones malvados.
-¿Es que no se ha dado cuenta güero?   
-No le entiendo don.
-Mi hijo no era una de las víctimas, sino uno de los asaltantes.
El cabrón ya llevaba dos años comandando una banda de ladrones que asaltaban a mano armada y con lujo de violencia a bordo de los camiones que salen de Indios Verdes para el Edomex. Nomás que ayer le tocó la de malas, ya que entre los pasajeros había un policía que estaba de descanso, pero que iba armado, y quien al ver que mi hijo lo iba a revisar para quitarle sus pertenencias, optó por desenfundar y dispararle a la cabeza. Fue tan fulminante la acción que los cómplices de jorgito se dieron de inmediato a la fuga.
Por qué cree que le pedí que no se parara en frente de los velatorios, mis parientes me avisaron que hay un chingo de policías encubiertos a la espera de que se presente alguno de los compinches para aprehenderlo en el acto.
Y lo que más me duele es que la pandilla de Jorge estaba acusada además de robo con violencia, de violación tumultuaria y homicidio calificado.
-Qué le digo Don.

-Amigo, si va usted en busca del paraíso, cuídese de no dejar atrás un infierno.

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