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DEBACLE DE REAL DEL MONTE

20/05/07

* La Minería, un Mito
* Mina de San José, la Unica
* Sus Tiempos de Gloria Atraen
   El Turismo: Amador Montiel

Por RAMIRO GOMEZ-LUENGO y SOTO

REAL DEL MONTE, HGO.- "Aquí la tradición minera es un mito, porque para los jóvenes es mucho más fácil agarrar el camión e ir a buscar suerte a otro lado que meterse a un socavón a jugarse la vida por centavos", explica Jorge Velázquez, operador del camión 021 mientras cubre con temeraria pericia la sinuosa ruta que separa a Pachuca del otrora El Dorado mexicano: Real del Monte.


Jorge es contundente: "la minería en Real del Monte es cosa del pasado, ya que nací aquí y sólo conozco las minas por fuera; y si las volvieran a abrir no le entraría, porque es una soberana chinga en la que se gana poco y se arriesga la vida, como le ocurrió a un tío, que se le vino abajo un tiro entero y ahora sí anda de minero".
El diálogo se interrumpe cuando repentinamente, sitiada entre montañas, surge la panacea del conquistador, la cual se muestra entre sus sobrias construcciones de cantera con tal recato, que nadie creería que allí, miles de indios y negros entregaron sus vidas arrancando a la tierra tal cantidad de oro y plata, que pronto corrió la conseja de que la Nueva España era una montaña gigante de metales preciosos.
Jorge es uno de los 10 operadores que cada media hora traslada entre Pachuca y Real del Monte a cientos de personas que, tras el cierre de tres de las cuatro minas del pueblo, han tenido que buscar nuevos horizontes en la capital del estado, e incluso en la ciudad de México.
"Actualmente sólo opera la mina de San José La Rica, que no emplea a más de 100 mineros, pero tengo entendido que muy pronto la van a cerrar, ya que la veta está prácticamente agotada", explica.

 


Criado en un hogar de mineros, como casi todos los originarios de este pueblo montañés, Jorge dice no saber a ciencia cierta por qué se cerraron las otras minas, "ya que mientras algunos decían que se acabó el mineral, otros argumentaron mala administración, aunque tengo entendido que se paró la producción para evitar que caiga el precio internacional de la plata y el oro".
"Puedo decir que Real del Monte tiene mucho tiempo que dejó atrás su pasado minero, por lo que ahora vive gracias a los turistas, quienes pueden venir de manera más tranquila gracias a la nueva carretera de cuatro carriles que nos une en menos de 15 minutos con Pachuca.
"Además, tenemos un museo minero, asentado sobre lo que fue la mina de San José Acosta, y la Escuela de Artes, que pertenece a la Universidad Autónoma de Hidalgo, sin contar con las visitas guiadas a las minas cerradas e incluso a la que sigue activa, que abre a la gente los domingos y sábados".
Jorge ha sido testigo de primera mano de un fenómeno tradicional entre sus paisanos, pero que ahora se ha incrementado a niveles sorprendentes, la migración a Pachuca, al Distrito Federal y a Estados Unidos.
"La mayoría de los emigrantes son jóvenes, ya que la gente grande, quienes trabajaron en las minas, están supeditados a los servicios, sobre todo hotelería, venta de chácharas, artesanías de corte minero e incluso changarros".
Este hombre, quien se autodesigna como operador del servicio público, considera que su ramo está a la baja, y no por la competencia, sino porque cada día emigra más gente, la cual, una vez que se establece, empieza a jalar a sus parientes, "por lo que poco a poco Real del Monte se va quedando vacío".
"Ojalá y no sigamos el ejemplo de Zacatecas, donde la emigración forzosa tras el cierre de las minas hizo que lo que fueran centros de actividad se convirtieran en pueblos fantasmas, porque somos miles de familias las que dependemos del comercio y el transporte".
Presidente municipal de Mineral del Monte, Rafeal Amador Montiel, cuenta que hasta mediados de los años 80 la principal fuente de ingresos del pueblo era la minería, ya que el 90 por ciento de los habitantes laboraban en las minas de San José La Rica (única activa), La Purísima, La Dificultad y La Dolores.
"La explotación del mineral se dio desde la Nueva España, pero
fue con la llegada a mediados del siglo 19 de los ingleses, casi todos procedentes de Cornwall, que esta actividad se volvió el motor económico del pueblo".
Amador Montiel precisa que las minas cambiaron de propietarios varias veces, ya que los ingleses las cedieron a los estadounidenses, quienes a su vez dieron paso a los españoles, "quienes finalmente las cedieron al gobierno mexicano, que las convirtió en paraestatales".

"Fue en el sexenio de Miguel de la Madrid cuando se inició el proceso de reprivatización, lo cual provocó alegría entre los pobladores de Real del Monte debido a que teníamos la ilusión de que al llegar nuevos capitales la explotación en las minas se reactivaría y con ello la economía local.
"Si bien hubo mejora salarial para los mineros, los problemas que se venían arrastrando desde hace tiempo finalmente estallaron y provocaron que se fueran cerrando las minas una por una".
Conscientes de que la explotación minera está en plena decadencia, ya que el mercado de la plata y oro en el mundo está sobre ofertado, "el proceso de globalización nos acabó de dar en la torre, puesto que muchos de los patrones tenían minas mucho más modernas en Canadá, donde sus costos de extracción eran muy inferiores, por lo que optaron por retirarse."
"Debido a que nuestra tecnología de explotación es muy atrasada, el costo de la explotación no se paga con lo que se pudiera extraer, en comparación con el precio de la onza de plata, así es que los cierres obedecen más a una cuestión de corte técnico, de rentabilidad, que por el hecho de que se hayan agotado las vetas".


Interrogado sobre el impacto que estas medidas causaron en Real del Monte el funcionario precisó: "tristeza y nostalgia, que más puede sentir un pueblo al saber que el origen de su existencia, la minería, es cosa del pasado; y es que no hay nadie que viva aquí que no tenga un pariente, sea padre, tío o abuelos, que no hayan vivido de la mina, directa o indirectamente".
Pero de la muerte surge la vida, y las mismas minas que parecían ser sólo un recuerdo del pasado grandioso de Real del Monte, hoy son el principal atractivo para que miles de turistas lo visiten anualmente, generando una derrama económica que le ha permitido a su gente sobrevivir dignamente en los últimos años.
"De alguna forma el cierre de las minas trajo aparejado situaciones internas que generaron incertidumbre, pero la gente se está refugiando en la actividad turística, en la actividad artesanal, que ya son otros polos de desarrollo y que, gracias a una gran afluencia de personas que vienen de todas partes del mundo, están incentivando la economía de las familias".
El funcionario explica que debido a la cercanía, los pobladores trabajan en Pachuca o en algunos municipios circunvecinos, "ya que aquí la actividad se desarrolla propiamente los fines de semana y en periodos vacacionales, que es cuando hay más afluencia de turistas".
"La actividad comercial ha prosperado mucho y la derrama económica que genera es muy importante, tal es así que mucha gente se ha decidido a abrir alguna microempresa, pequeña, modesta, pero finalmente ya tiene ahí algún ingreso que les va a asegurar de algún modo su existencia".
En la pasada fiesta del Día del Minero, también conocida como Festival de la Plata, "tuvimos una afluencia de entre 35 y 40 mil personas, si tomamos en cuenta que somos 12 mil habitantes, pues creo que sí vino gente".
"La Fiesta del Dulce, es el nombre que se le da al día de los mineros y se realiza siempre el tercer domingo del mes de enero, que es propiamente la fiesta del pueblo, lo celebramos con juegos mecánicos, muestras artesanales y eventos de carácter artístico".
En opinión del funcionario, la migración de los jóvenes hacia Pachuca o la ciudad de México en busca de trabajo no es un fenómeno que se haya incrementado directamente a causa del cierre de las minas, puesto que se ha dado con regularidad desde hace muchos años, "ya que por nuestra misma cercanía a una zona en donde abundan las factorías, nuestra gente tiene la ventaja de que puede ir y regresar el mismo día, sin tener que emigrar definitivamente".
"Podemos hablar que a partir de mediados de la década de los 90 se da la primera generación de jóvenes de Real del Monte que ya no tienen nada que ver con la tradición minera, ya que por el mismo establecimiento de otras actividades y la ofertación de otros puesto de trabajo en la capital, no tuvieron que asomarse a un socavón".
Amador Montiel hace especial hincapié en la relevancia turística que ha adquirido Real del Monte a nivel nacional desde hace por lo menos 10 años, "convirtiéndose en una fuente de desarrollo económico que puede asegurar no sólo el presente, sino también el futuro de nuestra gente".

rluengo4@hotmail.com


DEBACLE DE REAL DEL MONTE

27/05/07

“El minero no vive,
sobrevive”: Julieta

Por RAMIRO GOMEZ-LUENGO y SOTO
--- II Parte ---
REAL DEL MONTE, Hgo.- Originaria de Real del Monte, Julieta Jiménez Vergara atiende un puesto ambulante afuera del palacio de gobierno, y si bien su condición de mujer le impidió acceder a la mina, "toda mi vida estuve ligada a ella, ya que mi padre, mis hermanos, tíos y sobrinos se dedicaron a ese duro oficio".
"Gracias a la mediación del ex gobernador, Jesús Murillo Karam, quien remodeló Real del Monte tras el cierre de las minas, se ha incrementado la venida de turistas, lo cual nos ha beneficiado mucho más que cuando dependíamos por entero de los yacimientos".

La sexagenaria explica que "la venida de esa gente nos inyectó vida nueva, puesto que ya éramos un pueblo fantasma, una vez que al acabarse las fuentes de trabajo los jóvenes optaron por emigrar a Pachuca, primero, y luego a la ciudad de México o Estados Unidos".
"Mucho sacrificio y poca ganancia, así calificaría yo la vida del minero, como fue el caso mi padre, quien murió a los 50 años cuando volcó el camión en que escoltaba como jefe de cuadrilla a un grupo de hombres que iban hacia la planta de beneficio, que se hallaba en Pachuca.
“Desde niña me sobresaltaba cuando oía la sirena de alguna de las minas del

pueblo anunciando que había ocurrido un accidente y que debían acudir los parientes para saber si sus hombres seguían vivos o habían muerto enterrados bajo toneladas de cascajo".
Doña Julieta es tajante: "El minero no vive, sobrevive bajo las penurias de un bajo sueldo y la certeza de que toda la porquería que huele durante su jornal se le va acumulando en los pulmones, y que tarde o temprano le va a costar la vida.
"Así lo viví yo con mis parientes, quienes se fueron acabando poco a poco entre la más cruel de las paradojas: morir en la miseria, rodeados de plata y oro".
La mujer no niega el pasado histórico que dio origen a su pueblo y su gente, "pero si hay cosas mejores que la minería para nuestros nietos, pues bienvenidas, porque el oro y la plata que se extrajo de Real del Monte nos dejó pocos beneficios y muchas penurias".
"Ahora incluso en donde era la casa de los ingenieros tenemos una escuela de arte, de donde viene gente de todo el estado para adiestrarse en las bellas artes.
"Las minas no nos dejaron nada en realidad, porque Real del Monte está todo hueco, si bien jugamos fútbol y comemos pastes gracias a los ingleses, muchos de los cuales descansan en el cementerio que pusieron allá arriba, donde sus lápidas están orientadas hacia Inglaterra y jamás fue enterrado un mexicano".
Sorprende al visitante no solo el caprichoso trazado montañés de este poblado situado a 2 mil 770 metros sobre el nivel del mar, sino también la completa ausencia de vestigios en oro o plata que adornen las calles o los edificios públicos como prueba de que allí se descubrieron vetas tan ricas, que el amo de la comarca, el Conde de Regla, se dio el lujo de hacerle un empréstito a la corona española.
“La rapiña del mineral se dio a tal grado, que si se fija ni siquiera tenemos los tradicionales montes de jales (material sobrante tras el proceso de refinamiento) de las comunas mineras, ya que todo lo que se extraía se enviaba a Pachuca, donde estaba la planta de beneficio”, comenta doña Julieta.

"Dicen que algunas minas podrían reabrirse una vez que bajen los precios de los metales preciosos, pero yo le aseguro que si esto ocurre van a tener que traer mineros de otro lado, porque los jóvenes de aquí no sienten ninguna atracción por meterse a un hoyo, y si desean buscar suerte prefieren irse de braceros, por eso cada vez es más común ver en el pueblo camionetas con placas de Estados Unidos".
Minero desde hace más de 20 años, Alberto es moreno y pequeño, pero su rostro refleja una dureza y resignación digna de un ser humano que ha pasado más de la mitad de su vida en la mina arrancándole a la tierra sus tesoros para saciar la codicia ajena.
"Yo me metí en esto desde los 15 años, previo permiso de mis padres y mis tíos, que eran mineros también, y lo hice porque en la familia necesitábamos un ingreso extra y la única opción a la mano sin tener que emigrar del pueblo era entrar a la mina", confiesa este minero, quien se autodesigna asimismo como "dinosaurio tardío, puesto que hace rato estamos viviendo horas extras".
Alberto revela que es casi un hecho que la Rica, última mina que opera en el pueblo, cerrará sus puertas muy pronto, "puesto que los dueños necesitan nueva tecnología para lograr mayores rendimientos, pero como el precio de la plata y el oro anda por los suelos, la inversión no se paga".
"Orita sólo se está trabajando en dos turnos: de 7 de la mañana a 3 de la tarde y de 3 a 10 de la noche, y según me confesó el ingeniero encargado de la mina, cuyo nombre no cito por razones obvias, fue designado por la compañía para liquidar a los obreros, saldar pendientes, inventariar la maquinaria y hasta no verte Jesús mío".
El minero se dice triste por el cierre de su fuente de trabajo, "pero ni modo, ora sí que vamos a tener que buscar chamba de cualquier otra cosa, pero me parece inminente que yo, al igual que todos mis compañeros, deberemos buscar horizontes en otra parte, porque aquí la industria turística es muy pequeña para absorbernos a todos.
"Tengo varios parientes que viven en Estados Unidos, varios de ellos ex mineros, quienes en sus cartas nos cuentan maravillas: que allá se vive a todo dar y que incluso ya se compraron coche y casa, por lo que ya me veo ganando billetes verdes entre los bolillos".
Alberto considera que la minería es un oficio igual que cualquier otro, por lo que jamás creyó en los epítetos que cada año, en el Día del Minero, lanzaban los políticos que venían al pueblo durante la ceremonia oficial de inauguración de la feria.

"No somos héroes de la tierra, ni mucho menos los mártires del socavón, ni nada de esas cosas, sino gente que no tuvo otra opción más que trabajar en lo único que se daba por aquí: la minería, a sabiendas de que en esto se nos podía ir, literalmente, la vida".
El minero relata que le tocó ser testigo de varios accidentes, incluso algunos mortales, "pero la mayoría de estos se debieron a descuidos de los compañeros, quienes no aseguraron bien su equipo de trabajo o no supieron calcular la cantidad de dinamita para barrenar un tiro”.
“Son años ya de ayudarme en mi economía atendiendo este changarrito, pero por lo visto habrá que buscar otra forma de vida una vez que se cierre la mina, ya que mi clientela se compone por entero de estos hombres. Así es que creo que mi destino será vender chacharitas en los portales del palacio de gobierno, como lo hacen la mayoría de las mujeres en Real del Monte”.
Los ojos verdes de doña Ángela reflejan melancolía, si bien su voz, firme y pausada, la desmienten: “para qué nos hacemos mala sangre güero, si Dios quiere que esto se cierre, pos que se cierre y a otra cosa. Quién quita y hasta nos va mejor desarrollando otras actividades".
“Ya ve, cuando se empezaron a cerrar las primeras minas nos estábamos jalando de los pelos, que qué íbamos a hacer, y ahora qué vamos a comer. Bueno, cada quien empezó a desarrollar otras actividades, casi todas relacionadas con el comercio y los turistas, y mal que mal sale para los frijoles, porque para hacerse rico, nomás no, ya que los principales inversionistas del pueblo, es decir los dueños de los hoteles y las cantinas, son gente de Pachuca".
La plática se interrumpe constantemente por el ir y venir de mineros que llegan a la tiendita a solicitar cigarros, la mayoría, o refrescos, los menos.
Doña Ángela surte los pedidos en silencio, pero no recibe dinero, sino que apunta en una libreta el nombre del minero y el monto de la compra.
"Son tan bajos los salarios, que casi nunca me pagan al contado, sino que les fío por no más de 20 pesos diarios. "Cuando llega la quincena, nos ponemos a mano, aunque muchas veces ni siquiera me liquidan todo, por lo que los espero a que consigan algún dinero o de plano me aguanto todo el mes. Así son las cosas por aquí, sobrevivimos con lo exacto".
En 1776, como atestigua el enorme mural que se encuentra donde entroncan la calle principal del pueblo y la carretera que va a Huejutla, negros e indios se alzaron contra el yugo implacable de los encomenderos españoles, poniendo en jaque a la Nueva España al protagonizar el primer movimiento obrero de resistencia en Iberoamérica.
Lo que no pudieron hacer las armas del conquistador lo han hecho las fluctuaciones del precio internacional de la onza de plata y el oro: terminar con el quehacer histórico de todo un pueblo, si bien en los ojos claros de los turistas que caminan por sus calles tomándole fotos hasta a las banquetas, se ve el oxígeno que habrá de darle a Real del Monte una razón más para seguir en el mapa de la historia.

rluengo4@hotmail.com



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