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  Por  RAMIRO GÓMEZ-LUENGO
 Víctima  del cáncer de próstata que durante mucho tiempo lo acosó, aunque muchas  personas desconocían que el rey negro del rock and roll mexicano padecía este  mal por aquello de que siempre estaba de buen humor y con una condición física  envidiable para sus 71 años, finalmente Johnny Laboriel cumplió su ciclo vital  en este plano, y ahora, junto al que todo lo puede, nos entona desde el cielo el Rock del angelito, sabedor de que  cumplió una limpia carrera que siempre estuvo “más allá del bien que del mal,  ya que siempre ejercí mi poder de decisión”.
 
 Corría  el año 2003 cuando Juan José Laboriel López y el Perro desaparecido se toparon  en el estacionamiento de Televisa Chapultepec, en donde sostuvieron durante más  de dos horas una plática desusadamente honesta, la cual ahora el reporperro trascribe para ustedes, una  vez que el Negro Cenizo de la Romita se ha ido de gira con Dios, a quien le pedimos que lo ilumine para que vele por  aquellos que lo quisimos y admiramos:
 
 A  Johnny Laboriel todo el mundo lo quiere, y por eso cuando va por la calle  recibe infinidad de saludos y abrazos por parte de la gente, a los cuales  corresponde con sonoros besitos de megabemba que, por su dimensión, parece que se van a tragar el mundo.
 
 Con  61 años de edad y 45 de trayectoria artística, el Negro Cenizo de la Romita decidió crear Tercera Dinámica  Producciones, que se propone producir sus shows,  así como los de otros artistas talentosos que no son promovidos por las grandes  productoras.
 
 “Estoy  creando esta compañía, donde todo depende de uno mismo, y así no estás  supeditado al capricho de los productores, muchos de los cuales en privado te  tiran caca, ya que consideran que estás acabado, pero cuando te ven en escena  se esconden, porque nadie causa el efecto que yo provoco en un show.
 
 “Pero  los productores tienen mucho poder, por eso mi intención de convertirme en  productor, para ser el único güey que diga: ‘chingue a su madre ese puto negro  de mierda, o lleven a ese pinche negro de mierda’”.
 
 A  Laboriel no le importa que vayan a pensar que ya se volvió loco y que vive en  el pasado, “porque lo que importa es esto: rolas como Melodía de Amor, Hiedra Venenosa, Siluetas, Rock del Angelito e incluso Señora Corazón, una vez que las oyes, tengas 15 u 80 años, jamás las dejas  de amar”.
 
 Forjador  de su propio destino, revela que una vez le dijo al desaparecido Emilio  Azcárraga Milmo que él no pertenecía al organigrama de Televisa, “sino que ésta  pertenecía a mi organización”.
 
 “Por  supuesto que El Tigre se cagó de risa  y me dijo que estaba loco, pero luego le besé los pies imitándole a Marco  Antonio Muñiz, quien estaba vetado en Televisa, cantándole una canción que  decía: ‘quiero volver, volver, volver’”.
 
 Con la música en la sangre
 
 
  Laboriel  revela que desde que tuvo uso de razón su vida transcurrió en medio de una  pachanga interminable, puesto que su padre, Juan José Laboriel Ortiz, nativo de  Honduras, era un músico y bohemio de cepa pura, quien supo transmitir a toda su  prole el amor por la farándula, “donde la vida es una tómbola”.“Quizá  por eso no me llama la atención ni todos los años que llevo en el camino, ni la  popularidad, ni que mi hermano, Abraham Laboriel, sea el mejor bajista del  mundo, ni que su hijo, mi amado sobrino Abe Jr, sea el baterista de planta de Sir  Paul McCartney”.
 
 Laboriel  refiere que a veces su vida es como la anécdota del planeta en donde nadie  respira, “y de repente llegas tú de la Tierra y cuando te ven inhalar y exhalar  se sorprenden tanto que te agarran de show;  'a ver, a ver, una respiradita por favor', te dicen, y entonces inhalas y  exhalas y nomás se oye la exclamación del respetable público: ¡ay cabrón, qué  chingón eres!”
 
 Jhonny  recuerda que en la escuela era tan consentido por los maestros por ser la  estrella del coro, “que llegó un momento en que los mismos mentores le pedían a  mis cuates que me hicieran la tarea para que no me distrajera, ¡qué poca  madre!”
 
 Siendo  parte de la llamada generación de los rocanroleros -encabezada por Angélica  María, Enrique Guzmán, César Costa, Alberto Vázquez y Manolo Muñoz-, Laboriel  precisa que la única diferencia con ellos “es que tienen un billetote, y yo no”.
 
 “El  productor Paco de la Barrera me lo dijo: ya cambió la jugada, se acabaron los  grupos de greñudos con chamarra de cuero y actitudes provocadoras; ahora vienen  las carreras de solistas con baladas bobaliconas, arreglos de cuerdas, coritos  fresas y trajes a la medida, pero yo me quería morir con mis Rebeldes del Rock,  a quienes adoro, y con quienes me sentía obligado moralmente”.
 
 Afirma  que la canción Mi pueblo estaba  originalmente pensada para él, “pero la grabó César Costa y fue todo un  cañonazo, ya que le valió hacer películas, giras, comerciales y mucha lana, mientras  yo seguía aferrado a los Rebeldes”.
 
 “Aunque  no quieras entrarle porque deseas seguir firme con tus ideales, la verdad es  que vale para pura madre, porque si me lo ofrecieran de nuevo nomás preguntaría  dónde firmo”, asegura. “Me pasó lo mismo que a la prostituta que se suicidó a  los 90 años, luego de que descubrió que todas las demás cobraban”.
 
 Acota  que su padre era íntimo de Lázaro Cárdenas, con quien anduvo para arriba y para  abajo, “y luego de que le compuso el himno a Tampico, el general le dijo: ‘Laboriel,  ya la hiciste, pídeme lo que quieras’, y éste le solicitó una guitarra”.
 
 “Mi  papá me heredó esa actitud. Nunca me interesó el dinero, y por eso cuando murió  le dije ante su tumba: ‘te la voy a dedicar, porque ahora sí voy a ganar plata’,  y es que mi viejo murió, duele decirlo pero es la neta, jodido”.
 
 Recuerda  que su incursión en el rock se dio gracias a un concurso que organizó a  mediados de los 60 Radio Éxitos, en  búsqueda de un cantante para un grupo que comandaban los hermanos Tena de la  colonia Portales, quienes serían conocidos como Los Rebeldes del Rock.
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