|  Habiendo llegado al tiempo en que la penumbra ya no me consuela más
 y me apocan los presagios pequeños;
 habiendo llegado a este tiempo;
 
 
  
 y como las heces del café
 abren de pronto ahora para mí
 sus redondas bocas amargas;
  
 habiendo llegado a este tiempo;
 
 
  
 y perdida ya toda esperanza de
 algún merecido ascenso, de
 ver el manar sereno de la sombra;
 
 
  
 y no poseyendo más que este tiempo;
 
 no poseyendo más, en fin,
 que mi memoria de las noches y
 su vibrante delicadeza enorme;
 
 no poseyendo más entre cielo y tierra que
 mi memoria, que este tiempo;
 
 decido hacer mi testamento.
 
 Es este:
 les dejo
 
 el tiempo, todo el tiempo.
 Eliseo  Diego |