PATA DE PERRO
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DE TEOTIHUACAN


PATA DE PERRO

13/04/08

Hacerse rosca

RAMIRO GÓMEZ-LUENGO

Es ya la 1 de la tarde y bajo el brutal Sol del mes de abril un grupo de al menos cinco hombres, con edades que van de los 18 hasta los 50 años, se afanan en cargar a bordo de tres minivans y una pickup Chevrolet estacionados sobre la portalina calle de Trípoli un extraño cargamento: por lo menos 500 roscas de pan dulce envueltas en bolsas de plástico transparente.

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A la distancia, pero siempre atentos, el joven Jorgito y el joven David, aunque ambos ya superan las tres décadas de vida, dan instrucciones precisas a los rosqueros para que acomoden lo mejor posible su valiosa carga, la cual partirán a vender en breve a las estaciones del Metro más concurridas de esta capital, e incluso a zonas populosas de ciudades vecinas como Toluca y Pachuca.

Criados en el seno de un hogar que se dedicó al negocio de la pastelería, Jorgito y David no sólo son hermanos de sangre, sino también de leche... huevo y harina, desde que hace 15 años tuvieron los arrestos para decirle a su señor padre que no tenían ningún interés en seguir estudiando y que preferían dedicarse al oficio familiar, tras lo cual el progenitor, en cooperacha con sus 11 hermanos, les compró dos batidoras y dos hornos.

“Montamos un cuartito en la parte de atrás de la casa y de inmediato nos pusimos a elaborar roscas de pan dulce, las cuales echábamos en la cajuela y el asiento trasero de la carcacha de mi jefe para ir a venderlas a las afueras de las estaciones del Metro, a la salida de los mercados o en las plazas públicas”, explica al perro preguntón el joven David.

Según relata, al principio sólo elaboraban roscas del mismo tipo que las que se vendían en las pastelerías de sus tíos, es decir, con huevo, leche, harina de primera, polvos royal y levadura, así como esencia de fruta para darle sabor, de preferencia a naranja o piña.

“Pero cuando sacamos la cuenta de a cómo la íbamos a tener que dar, casi nos fuimos de espaldas, ya que cada rosca debía tener un precio mínimo de salida de 50 pesos, y lo peor de todo es que si no se vendía el mismo día, a  la mañana amanecían duras, y había que echarlas a la basura o ya de perdis rayarlas y usarlas para empanizar”.

Sin haber acudido jamás a una escuela de negocios y muchos menos conocer la palabra rentabilidad, que significa someramente gastar lo menos y ganar lo más, ambos jóvenes optaron por abaratar costos, tras lo cual eliminaron los polvos royal y la esencia de fruta, además de que rebajaron el volumen de leche, la cual compran al mayoreo a un establo pirata de Ecatepec, así como de levadura y huevo.

“No eliminamos del todo los blanquillos, porque necesitábamos darle textura a la harina y color al pan, pero gracias a los ajustes logramos un precio de salida sumamente atractivo para los clientes, ya que pudimos ofrecer la rosca a 10 pesos, aunque para darle sabor optamos por echarle a la masa gelatina en polvo sabor durazno, razón por la cual cuando voceamos nuestro producto, decimos que es rosca dulce con dicha fruta”.

La voz del joven Jorgito, quien muestra ahora al perro los vericuetos de su reingeniería de recursos, ni siquiera denota cinismo o sorna, a pesar de que el canino no se puede aguantar las ganas de preguntar:

 -Oiga Jorgito, ¿pos entonces de qué chingaos es su rosca? 
 
-Hiiijole joven güero, no me pregunte porque me da un poco de pena contestarle, pero sí le puedo decir que hasta ahora no se nos ha muerto ningún cristiano por comer nuestro producto, el cual no será de lujo, pero sirve para que la gente cene en compañía de sus familiares con un buen chocolate, o ya de perdís un cafecito.

-¿Pero más de uno le habrá reclamado que está comprando pura harina inflada con color amarillo?

-Pos nunca falta la gente llorona, ¿verdad joven?, que dicen que la rosca está grumosa o que sabe a madres, pero es que ellos quieren llevarse a su casa la misma rosca que les damos a probar, y eso es imposible por cuestión de costos, como ya se lo expliqué.

-No entiendo.
-Lo que pasa es que después de elaborar las roscas de batalla, hacemos cuatro roscas con todos los ingredientes, e incluso les agregamos duraznos, y esas son las que le damos a probar a la gente para que se anime a comprar el producto.

-¿Y no notan la diferencia?

-No, porque les decimos que para que les sepa igual de sabrosa tienen que calentarla antes en el horno de microondas.

-¿Y si no tienen horno de microondas?

-Pues que la calienten en un horno normal.

-¿Y cambia el sabor?

-Para nada joven, es el pretexto para que se vayan del lugar y no nos vayan a venir a reclamar y espantarnos a la clientela. Usted sabe que el negocio de los alimentos es un ramo muy reclamado cuando las cosas no son como algunos esperan.

-Entonces, ¿jamás han tenido una reclamación?

-Pues no falta la ñora necia que la prueba ahí mismo y quiere hacerla de emoción diciendo que la rosca sabe a mierda, pero uno es civilizado y tranquilo y le explica. Por ejemplo, una vez una señora me reclamaba que no sabía a durazno, y le tuve que explicar que la rosca no lleva dicha fruta, sino esencia. Como seguía de necia, simplemente le señalé:

“Seño, si un bote de duraznos en conserva de marca chafa anda sobre los 20 o 25 pesos, cómo chingaos le voy a poner fruta de a deveras si la rosca no supera los 10 pesos, pos no sería negocio”.

-¿Y con eso tuvo?

-No, me exigía la devolución de su dinero y hasta se puso a mordisquear la rosca para luego escupirla mientras gritaba que estábamos vendiendo pura mierda.

-¿Entonces le devolvió su lana?

-No. Nos subimos al coche y nos cambiamos de estación del Metro; acuérdese que hay más de 100 estaciones para elegir en todo el Distrito Federal, y hasta donde yo sé, estamos en un país de instituciones, libre y democrático.

Las revelaciones del joven Jorgito dejan anodadado al Perro negro y callejero, pero más sorpresa le causa saber que las susodichas roscas también pueden ser utilizadas como moneda de curso para pagar adeudos inesperados.

"Fíjese joven güero que siempre que llegamos a vender a un lugar, ya sea estación del Metro o algún mercado en Toluca o Pachuca, pues nunca falta el guardián del orden que, muy celoso de su deber, nos exige una cooperacha para dejarnos mercar, y es entonces que procedemos a ofrecerle roscas en forma de pago".

-¿Y me imagino que les dicen que no se las coman ahí mismo y que las calienten en el horno?

-No, como siempre andan hambreados, se las chutan casi en el acto.

-¿Pero luego viene la reclamación?

-Para nada joven, ya las conocen y les gustan mucho como saben. Ora sí que como decían los abuelitos de alguien que podía comer de todo y nunca se enfermaba de la panza: los polis tienen carburador universal.

"Es más joven güero, ayer me tuve que regresar de emergencia a su pobre casa porque se me olvidó el megáfono con que voceo el producto, y al chofer del taxi que me trajo y luego me regresó le pagué con cuatro roscas.

"No hombre, estaba bien contento porque se las iba a llevar a su esposa y sus hijos para la cena".

El joven David asegura que uno de sus mayores orgullos es que la elaboración y venta de las roscas no sólo les ha permitido salir adelante, sino que también generó empleos, ya que utilizan por lo menos cinco personas para mover el negocio.

Son ya las 2 de la tarde, y mientras el brutal Sol de abril golpea la calle de Trípoli, las voces de los jóvenes Jorgito y David indican que llegó la hora de partir, una vez que ya están los vehículos retacados de roscas.

Inesperadamente, a una de las minivan se le abre la puerta lateral, y decenas de roscas van a caer sobre la banqueta que está cubierta de polvo, basura y cacas de perro.

Uno de los empleados baja del vehículo, limpia la envoltura de las roscas que se cayeron y las vuelve a colocar en la minivan con sumo cuidado, tras lo cual le grita al resto del convoy que pueden retomar la marcha.

El perro se queda junto a la banqueta, y mientras ve como el comando rosquero se despliega para ir a ofertar a los cuatro puntos cardinales de la geografía nacional su producto, no puede evitar pensar que así como hay gente que no sabe para quién trabaja, también los hay que no saben qué es lo que se comen.

rluengo4@hotmail.com


PATA DE PERRO

01/04/08

La Reina de las Carpas

POR RAMIRO GÓMEZ-LUENGO

Cómico salido del pueblo y ubicado sin más incentivo que su propia audacia y sueños en un tablado carperil. Mario Moreno Cantinflas nació en 1911, y antes de hacerse actor cómico fue boxeador, cantante de tangos, bailarín, mesero y soldado.

Se decidió por la actuación, y eligió bien, porque llegaría a ser uno de los artistas más famosos surgidos de México, ¿pero cómo fueron sus primeras actuaciones?

¿De dónde provino ese peladito que con su cigarro en la  mano y su infaltable gabardina ponía de cabeza al más pintado con tan sólo el recurso de su lenguaje retorcido, retrucado, pero sobre todo super raro para todo aquel que presumiera tener por lo menos la secundaria terminada?

Alejada del ajetreo del mundo artístico, pero no de la vida, como ella misma lo dice, Celia Tejada, mejor conocida como la primera y original Reina de las Carpas, a sus casi 100 años de vida aún hace ostentación de su prodigiosa memoria, y le presume al perro preguntón que su vida entera giró alrededor de "ese mundo mágico del teatro popular".

Afanada en escribir sus memorias, recuerda en especial a Cantinflas, a quien se dice ayudó a adoptar el estilo Chupamirto que lo haría famoso, y cómo lo veían en sus inicios quienes actuaban en los mismos espectáculos que él.
Humilde hasta el colmo, esta mujer rememora que Cantinflas comenzó a hacerse popular a comienzos de 1930, “y el pueblo lo aceptó casi de inmediato”.

“Yo recuerdo haberlo visto por primera vez actuando con la cara pintada de negro, interpretando el Charleston negro: bailaba aceptablemente. Más tarde, en otra carpa lo vi bailando tap, cruzamos algunas palabras y me di cuenta que era casi un niño, aunque nada de tímido. Luego nos cruzaríamos constantemente, porque en este ambiente todo el mundo se unía en un elenco alguna vez”.

-¿Usted vio entonces la evolución de Cantinflas?

-Todos lo percibimos. De repente él cambió de personalidad.

Fue en la carpa Rosete, allá por San Antonio Tomatlán, que actuabamos en un sketch.

La Reina de las Carpas prefiere callar, pero fue ella quien le enseñó a maquillarse e hizo que Cantinflas usara los pantalones a punto de caer, la camiseta de tres botones y el sombrerito clásico de peladito de barriada, o sea, al estilo Chupamirto, que era una tira cómica creada por José de Jesús Acorta en el diario El Universal.

De ahí viene el aspecto físico de Cantinflas, de una caricatura de periódico, con pañuelo al cuello como usaban los campesinos mexicanos, y con un chaleco, al que Mario llamaba la gabardina.

-¿Cómo era fuera de escena?

-Era inquieto, siempre estaba en movimiento. Nos caía simpático, porque, al igual que su personaje, hablaba y hablaba y no siempre se entendía lo que estaba diciendo. Creo que tenía muchos hermanos, como 15, y su padre era empleado de Correos: la necesidad lo incentivó mucho.

-¿Cuándo recuerda a Cantinflas ya actuando con éxito?

-En la carpa Valentina, que estaba en Tacuba. Ese salón, como ya se llamaba a las carpas más acondicionadas, tenían un buen elenco.

La estrella era Valentina Zubareff, y Cantinflas la acompañaba en un sketch; luego se casaron. Allí también Cantinflas hacía un dúo con el artista excéntrico Schilinsky, su cuñado: hacían los consabidos números de boxeo estilo circo con esos guantes planos, se cacheteaban y el público reía a carcajadas cuando Cantinflas se tambaleaba al recibir el cachetazo del fortachón Schilinsky; luego bailaban tap y cantaban acompañados de sendas guitarras, pero nunca fue un cantante o un músico, en verdad era más bien todo en broma.

-¿Qué otra rutina recuerda que hacía Cantinflas?

-Eran muy exitosas en ese tiempo algunas películas como Drácula, El hombre invisible, Frankestein...  y Cantinflas y Schilinsky hacían parodias de todas ellas, con Valentina de heroína. Luego pasaron a trabajar al Salón Rojo, que era la carpa más popular: estaba en Santa María la Redonda esquina Pedro Moreno, y ora sí que perdóneme la falsa modestia, pero la estrella era yo, su servidora, Celia Tejeda.

Allí Cantinflas y su elenco acabaron con el cuadro. Fue como si el público los hubiese estado esperando. Fue evidente que era algo más y llegó a ser el número uno.
La Reina de las carpas, quien vive alejada de los escenarios, "pero no de la vida", recuerda muy bien cuando comenzó Cantinflas, “y él sabía que colaboré en sus primeros triunfos, porque hice papeles en sus sketchs cuando él no era quien es, y yo ya era Celia Tejeda”.

-¿A qué atribuye el éxito de Cantinflas?

-A su capacidad de no desaprovechar las oportunidades. Mire, yo en un momento de mi carrera llegué a ubicarme junto a Lolita (Dolores) del Río y a Lupe Vélez; y de las tres, a quien más quería el pueblo era a mí; el pueblo me dio mi hogar y un buen pasar en mi retiro. Pero sé que no aproveché mi momento, y no me importa, porque quien toque la historia del teatro mexicano me tocará a mí.

-¿Cuándo actuó por primera vez junto a Cantinflas?

-En el Salón Rojo, que en su momento era la mejor de las carpas. Yo encabezaba el elenco, que también formaban Guillermo Bravo Sosa, Lupe la criolla, Gloria Marín y su hermana Lilí, Claudio Estrada y Mario del Valle, Meche y Carmen Barba... el cómico era Armando Soto Chicotito.
Era un elenco extraordinario en la época y la carpa estaba a reventar desde las cinco de la tarde hasta la última función, que era a la una de la mañana.
Pero Chicotito se enfermó, y Pepe Rivero, que era el empresario, tuvo que contratar a otro cómico, y llevó a Cantinflas, quien con su mujer Valentina y otros artistas pasó a engrosar el elenco. Fue un éxito. Creo que antes del Salón Rojo Mario actuaba como Cantinflitas, entonces pasó a ser Cantinflas.

-¿Cómo eran los espectáculos que presentaban?

-Fue muy exitosa una serie de parodias que hacíamos de películas de éxito, según ideas que se le ocurrían a Mario, quien tomaba la trama de las primeras películas sonoras, que comenzaban a ser un éxito inusitado, y a partir de allí inventaba las escenas que actuábamos. Le hablo de hace mucho tiempo, piense que era la novedad el gas neón para anunciar las marquesinas.

“La primera artista mexicana en ver su nombre en gas neón fui yo, y más tarde Cantinflas. Luego del Salón Rojo hicimos varias temporadas en la carpa Mayab, que fue del mismo empresario... época grandiosa”.

-¿Usted fue testigo de la Revolución de 1910?

-Por supuesto. Yo comencé a trabajar siendo una niñita en 1912, cuando las carpas nacieron, para mantenerse en gloria y majestad unas tres décadas en el gusto del pueblo, por eso algunos explican el teatro de revistas como una consecuencia de la Revolución, en que el público quería olvidar la tragedia que vivió cada hogar mexicano, porque a todos, de una u otra manera, nos afectó la violencia que se desató entonces.

-Entonces, ¿usted está de acuerdo en ubicar al teatro de revistas como una consecuencia de la Revolución?

-Por supuesto. Recuerdo que San Juan de Letrán había sido escenario de hechos sangrientos. Yo era una niña, pero sabía que hechos sangrientos habían ocurrido en las calles, y principalmente en San Juan de Letrán, pues era algo así como la calle principal del México de entonces; allí se libraron batallas, en sus calles aledañas y plazuelas hubo cadáveres, la sangre manchó todo, un horror, los soldados acampaban ahí mismo, y cuando terminó la Revolución, todos estaban hartos de matanzas, deseosos de la paz, y allí, en el mismo escenario que antes fue campo de batalla, nacieron las primeras carpas.

Y se mantuvieron muchos años; yo me inicié en las carpas de San Juan de Letrán. Recuerdo que cuando se amplió la calle para llegar a ser la avenida que hoy es, vinieron los derrumbes de muchas casonas y vecindades, y en los predios vacíos se instalaron las carpas formalmente constituidas, como la Colonial, en cuyo espacio luego se construyó el teatro que luego sería el mejor de entonces.

Esa arteria era un hervidero de gente, y de allí las carpas se extendieron a todas partes, a todos los barrios, pero comenzaron en San Juan de Letrán, en sus calles y plazuelas, que sirvieron de escenario para los pioneros, que éramos puros artistas mexicanos.

La popularidad inmediata del cine sonoro no disminuyó al público que llenaba las carpas, al contrario. En el caso de Cantinflas, tomando sus parodias del cine, hacíamos nuestras parodias de lo que era un éxito en la pantalla.

El se hacía cada vez más famoso, y llegó un momento en que fuimos las máximas estrellas del pueblo; usted puede consultar los archivos de la época, los programas, los carteles en que nos anunciaban. Actuábamos con público hasta los topes.

Luego surgió una gran competencia entre los empresarios, que hacían lo imposible por superar los espectáculos que presentaban. Nosotros pasamos todo el elenco a actuar a La Principal, con ambos encabezando el elenco, y luego pasamos a la carpa Ofelia, que estaba en el mismo sitio que hoy ocupa el Teatro Blanquita, y frente al Salón México, que era una locura: siempre estaba repleto de público.

-¿Qué actos presentaban entonces?

-Recuerdo un sketch genial inspirado en "El hombre invisible", que era la película de moda. Fue tan exitoso que durante mucho tiempo lo mantuvimos en cartelera, como no se había visto hasta entonces; el público, cada vez que queríamos presentar otra cosa, nos pedía a gritos que hiciéramos El hombre invisible, donde Cantinflas estaba muy divertido. De ahí en adelante él se hizo una estrella, que confirmó luego en el cine.

rluengo4@hotmail.com



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