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Terrorismo, preludio del movimiento del 68

Por Mario Andrés Campa Landeros

* Acaba el Ejército con focos de agitación
* Y sigue la farsa.

Ahora resulta que los diputados declaran el 2 de octubre como “Día de duelo Nacional”, en “recuerdo y homenaje permanente” a los “caídos” en 1968, en la “masacre” ocurrida en la Plaza de Las Tres Cultural de Tlatelolco. Han pasado 43 años y el mito continúa. Ya se les olvidó que el mismo 3 de octubre de 1968, el Senado de la República declaró:

 “Se ha advertido la presencia entre los estudiantes de elementos profesionales de la agitación, de la provocación y del motín, cuya influencia ha quedado comprobada por los trágicos resultados de la concentración efectuada ayer en la Plaza de las Tres Culturas… En consecuencia, el Senado… justifica plenamente la intervención de la fuerza pública para proteger no solamente la vida y la tranquilidad de los ciudadanos, sino al mismo tiempo la integridad de las instituciones del país”.

Preludio de lo que viviría la ciudad de México en 1968, fue la violencia en Hermosillo de 1967. La autonomía universitaria concebida como extraterritorial, se empleó tratando de revestir de impunidad a los alborotadores infiltrados en los centros de estudio superiores.

Es el año de 1966. El 21 de diciembre eran ya 150 los terroristas presos. Ese día se localizaron en la Universidad Central de Caracas, Venezuela, más armas de guerra, prendas militares, placas de diversos cuerpos policiacos quitadas a sus víctimas, proyectiles, explosivos, granadas, valores, planos, publicaciones y documentos de acciones de guerra. Los detenidos hasta ese entonces habían logrado burlar la acción legal, escudados en la desgastada “autonomía” territorial universitaria.

El cardenal José Humberto Quintero, Arzobispo de Caracas, condenó, el 26 de diciembre “los actos terroristas concebidos en tierras extrañas” y dijo en su momento: El objetivo de los terroristas “es el derrocamiento de nuestras instituciones para la implantación de otras que harían implacablemente de nuestra patria una esclava.

 Nos sentiríamos felices si estos hijos nuestros que hoy obedecen consignas foráneas y se hallan obcecados en los errores de una doctrina perversa, atendieran a la exhortación que les hacemos para que retornen al recto camino de la fe, el bien de la patria y la dignidad humana”. Con la intervención del ejército concluyó la ola de terrorismo que azotó al Continente en 1966.

Y el “progresismo político-religioso  seguía infiltrado en la Iglesia Católica. En 1967, nuevos episodios de violencia surgieron en la Patria de Bolívar, por parte de los siervos de la Unión Soviética, como los produjeron en Latianomérica, incluyendo a México.
El “progresismo político religioso” sorprendió a la maquinaria priísta que había entrado en crisis, ante la renuncia de Carlos A. Madrazo (Nov. 1965) a la presidencia del instituto político de la Revolución Mexicana. Le aplicó en el estado de Sonora un revés sin precedente que repercutió nacional e internacionalmente y sirvió de campo de experimentación, a “los profetas del cambio de estructuras”, para la siguiente jornada de subversión, violencia, sangre y muerte (1968) en la capital de México.

Carlos Alberto Madrazo como miembro de los “camisas rojas”, de Tomás Garrido Canabal (secretario de Agricultura y Fomento en el régimen de Lázaro Cárdenas), àrticipó, en diciembre de 1934, en la matanza de católicos en la iglesia franciscana de San Juan Bautista, Coyoacán y terminó 31 años después, enemistado con militantes del PRI, opuesto en materia de principios.
Los periódicos publicaron:

Los “camisas rojas” ametrallaron a los católicos cuando éstos, inermes, salían de misa nen San Juan Bautista. Perecieron víctimas de las balas asesinas: María Camacho, Ángel Galerón, Inés Mendoza, Inocencio Ramírez, Andrés Velasco y un tullido que imploraba la caridad pñublica. Los verdugos cometieron estos crímenes en aras de un socialismo por el que suspiran los “sacerdotes progresistas”.

Madrazo  no sólo dedicó gran parte de su tiempo a dar conferencias entre jóvenes de provincia y de esta capital, sino que además de identificarse con la línea del Secretariado Social Mexicano, y su comunista dirigente, el cura Pedro Vázquez, se asoció con el proyecto del “Partido Patria Nueva”, a través de los vende patrias propagadores en México del comunismo rociado con agua bendita”. Y se inició la violencia en Sonora (1967). Intervino la policía. Hubo 15 lesionados y cuatro vehículos quemados con bombas “molotov”.

El clima de violencia ya estaba alcanzando sus niveles máximos y el 19 de marzo, además de los paros estudiantiles, se produjo una balacera que dio como resultado, entre otros delitos, la muerte de un trabajador de apellido Vega. Manuel Magaña Contreras dejó escrito para la historia:

“Este encuentro con armas de fuego dio oportunidad para que los agitadores amparados en una autonomía que ellos violaron al introducir la subversión como elemento extraño y ajeno del todo a la máxima casa de estudios, manejaron el dato de que once universitarios fueron asesinados, y sus cadáveres, incinerados. Los cadáveres no aparecieron por ningún lado, entre otras razones, porque no hubo tal número de estudiantes asesinados”.

Resulta que uno de los “muertos”, Víctor Valencia Núñez, comunista militante, miembro de la Central Nacional de Estudiantes Democráticos, ligado con monseñor Quintero al través del padre Montaño, identificado con el Opus Dei y comprometido con la CCI de Danzós Palomino y el “partido de los católicos”, apareció tiempo después para ser postulado por el PAN (1970) como candidato a la presidencia municipal de Hermosillo. Toda la violencia desatada estaba encaminada a la desaparición de Poderes en Sonora.

Desde Mexicali, donde se encontraba de gira de trabajo, el Presidente Gustavo Díaz Ordaz, exhortó a los universitarios de Sonora a restablecer el orden en la entidad y poder investigar así las quejas que le plantearon contra las autoridades. Producto del llamado presidencial hecho el lunes 24 de abril fue el término de la huelga general decretada contra el gobierno de Encinas Johnson.

Jesús Alberto Larios Gaxiola, Javier Siqueiros, Cosme Fierro Palafox, Alejandro Rivera y Rafael Gastélum, viajaron a la ciudad de México para entrevistarse con el entonces secretario de Gobernación, licenciado Luis Echeverría. Prometieron deponer toda protesta dentro y fuera de la Universidad; reapertura de comercios, reanudación de pagos en la Tesorería de Sonora; fin a la huelga de hambre; fin al paro en primarias, secundarias, técnicas y comerciales de todo el estado. Insistieron en la desaparición de Poderes, entre otras cosas.

Gustavo Díaz Ordaz en su tercer Informe de Gobierno (septiembre 1, 1967) dijo: No sólo respetamos su libertad y su autonomía, sino las defenderemos; pero no podemos admitir que las universidades hayan dejado de ser parte del suelo patrio y estén sustraídas al régimen constitucional de la Nación.

Y ya se gestaba el movimiento del 68…

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