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 POR RAMIRO GÓMEZ-LUENGO  
            Y en las puertas del parque... una cotorra, un cardenal y un  cocodrilo.
 Pero no es el zoológico de Chapultepec, o el de Aragón, que  al menos se haya más cerca, sino el parque de la colonia Guadalupe Tepeyac, el  cual brinda asilo en una de sus esquinas a la primera y única Galería del  Autotransporte Público del Distrito Federal, el cual fue ideado, creado y  cultivado por Luis Jesús Ríos, anticuario de 44 años y ex trabajador de la Secretaría  de Transporte y Vialidad.
 
 Luis Jesús Ríos confiesa que fue la pasión que siente por la  historia del transporte público capitalino lo que lo llevó a fundar la Galería  del Autotransporte Público del Distrito Federal, la cual califica como “un  espacio sui generis surgido del imaginario urbano de un anticuario”.
 
 Este licenciado en relaciones comerciales por el Instituto  Politécnico Nacional convirtió su hobbie por coleccionar cualquier  objeto relacionado con el oficio de trasladar a las personas en vehículos de  uso público en un proyecto cultural de educación vial que ocupa toda la parte  baja de lo que él mismo llama su “casa-oficina”.
 
 “La visita a esta galería, que hasta el año 2000 fungía como  la sala-estancia de la casa de mi suegro, es un viaje a través del tiempo que  remite a los accesorios que portaban los autos que hoy conocemos como peseros y  ecológicos a finales del siglo XIX e inicios del XX, o mejor dicho: un  recorrido por la evolución tecnológica del inmobiliario del servicio público de  la capital”.
 
 Luis Jesús Ríos destaca que este atípico museo particular  exhibe en sus paredes poco más de 300 reliquias: señalamientos viales,  trolebuses y camiones a escala, taxímetros, licencias de manejo, insignias de  policías y taxistas, boletos, placas de autos de particulares, e incluso de  bicicletas que entre 1946 y 1952, debido al reglamento de tránsito vigente  entonces, debían circular matriculadas.
 
 
 La parafernalia atesorada por el joven del pasado golpea las  puertas de la nostalgia al atesorar fotos e incluso juguetes que nos remiten a  las ballenas, los delfines, los cocodrilos, las cotorras o los cardenales, toda  una fauna motorizada en forma de taxis o camiones que circularon ufanos por la  otrora Ciudad de los Palacios en cerrada disputa con los tranvías, mejor  conocidos por los capitalinos como el “tren”, cuando aún no había ejes viales,  segundos pisos o un gusano color naranja que se desplaza por debajo de la  tierra y que llamamos Metro.
 
 “Siempre recordados por los abuelos, la mayoría de esos  nombres sólo fueron conocidos por las generaciones más jóvenes en fotografías y  filmes en blanco y negro de la época de oro del cine mexicano, entre los cuales  destaco Esquina bajan, La ilusión viaja en tranvía, Memorias  de un ruletero o Los Reyes del volante, sólo por nombrar algunos”,  agrega Luis Jesús Ríos.
 
 Señala que fue en 1992 cuando surgió la idea de instaurar la  galería mientras trabajaba como Dante (inspector de servicios públicos),  estimulado por el contacto directo con micros y taxis en los cotidianos peritajes  que realizaba y ante la suerte de encontrar una pieza antigua o curiosa.
 
 “Gracias a mis frecuentes encuentros con los líderes de  sitios y rutas, con quienes establecí vínculos de amistad y a quienes les  comentaba mis inquietudes recibí de ellos apoyo y donaciones.
 
 "Lo primero que me regalaron fue un taxímetro, después  tarjetones, licencias, hasta que ya no tuve lugar para guardarlas. Lo demás ha  salido de chacharear cada domingo en La Lagunilla, la Plaza del Ángel, el  tianguis de Santa Cruz Meyehualco y el de la San Felipe de Jesús".
 
 Lo primero que atrapó la atención del reporperro cuando  llegó a la sede de la Galería del Autotransporte fue la presencia de un trío de  taxis de los años 40, 50 y 60, los cuales fueron conocidos en su momento como  cotorras, cocodrilos y cardenales debido a sus colores y diseño, estacionados  afuera de la misma.
 
 Cuando el perro le pregunta al hombre del pasado porqué los  vehículos lucen el símbolo de pesos en sus parabrisas este contesta de manera  escueta: “el que te guste te cuesta 28 mil pesos; están con todos sus papeles  en regla, traen copete original y taxímetro antiguo y no hay necesidad de que  te los lleves con grúa porque los tres arrancan”.
 
 Tras cruzar la puerta el perro pudo observar tres pequeñas  salas y un corredor estrecho, donde lucen un par de triciclos ingleses de 1940,  una bicimoto de llanta de piel de 1865, un camión a escala de 1911 y otro de  1925, un par de bombas de gasolina y las paredes tapizadas de autos miniatura,  escudos y taxímetros, así como fotografías originales del archivo Casasola  donde aparecen los primeros sitios de taxis en el Zócalo.
 
 La galería evoca el ambiente de un salón de juegos de un  niño coleccionista, vehemente y ordenado, que conoce a detalle cada pieza que  cuelga de los muros y que con orgullo las muestra una a una, incluyendo las  preferidas:
 
 "Por afecto familiar ésta es especial para mí, ya que  mi abuelo y padre fueron policías", apunta, mientras señala una placa de  policía municipal de 1889, enmarcada, en tanto recorremos la primera sala donde  se encuentran escudos, placas, taxímetros y un refrigerador de los años 50  pintado de taxi cocodrilo.
 
 Otra de sus favoritas es una placa de taxista de 1930 que  tiene grabadas unas grecas prehispánicas, la Virgen de Guadalupe, un San  Cristóbal (patrono de los choferes) y a un operador.
 
 "Hay piezas que no son muy costosas pero sí valiosas  por la dificultad de encontrarlas. Como los recursos con los que cuento son  limitados, tengo sólo para lo que me alcanza."
 
             En la siguiente sala, la principal por el tamaño, se  observan bonos para el trolebús y camión que daban las empresas a sus empleados  como parte de sus prestaciones sociales, boletos del tren de 1936 para  utilizarse en cualquier fecha, placas de taxis de 1942 y anuncios de periódicos  de 1899 donde una marca suiza ofrece sus recientes modelos de taxímetros.
 Cuando se le pregunta el motivo de su afición, el ex Dante precisa que "lo que empezó como un juego terminó involucrándome por  completo".
 
 "El diseño que acompaña al transporte me seduce, cuando  me voy de paseo prefiero sacarme una foto con un autobús típico que con alguien  o algo famoso? Es como salir con una bella mujer, me gusta el copete de los  taxis, la cromática y tipo de autos que se usaban".
 
 Ha invertido una cantidad considerable pero no cobra la  entrada a los pocos visitantes que llegan y desea que las escuelas que hay  alrededor lleven a sus alumnos.
 
 Relata que “los niños que han venido regresan con sus papás  o abuelos, hasta para sacarse fotos con los taxis; el otro día llegó uno con toda  la indumentaria original de taxista para retratarse con uno de ellos."
 
 “Quiero destacar que mi intención no es lucrar, sino mostrar  la historia del transporte capitalino a los niños, futuros usuarios y  prestadores del servicio, para captar su interés y fomentar una cultura vial  entre ellos, donde el respeto por el reglamento y las autoridades sean las  directrices.
 
 “De ahí que he hecho algunas propuestas, como utilizar los  parques para exhibiciones con carros y semáforos a escala para que los pequeños  conozcan el reglamento. Así como un espacio amplio donde, junto con todo lo que  tengo y que estoy dispuesto a donar si hay una institución seria que lo cuide,  se conjugue el juego y el aprendizaje para que los menores experimenten ser  choferes, particulares, pasajeros o policías.
 
 El joven del pasado acota que estos planes los envió a la  Presidencia de la República, la cual respondió que Conaculta se encargaría,  pero a la fecha no hay contacto y sólo ha tenido, por insistencia propia, un  breve intercambio de opiniones con embajadores de Inglaterra y Francia sobre la  necesidad de crear aquí escuelas para choferes como las hay en Europa.
 
 Al finalizar el recorrido llegamos a donde tiene las joyas  de su colección: dos placas, una de porcelana de 1908, y otra conmemorativa de  1968 con los aros olímpicos grabados, así como un taxímetro de los años 40,  usado en Colombia y Cuba como contador de kilometraje, el cual se podía adaptar  como reloj de billar, ya que viene provisto de un espacio para guardar las  bolas.
 
 Tras invitar a todos los que quieran conocer su galería a  que lo contacten previamente al teléfono 5537-8960, Luis Jesús Ríos concluye  que se necesita impulsar la cultura vial "para que funcione la ciudad como  se debe y que los niños aprendan de manera lúdica a tolerar y prevenir".
 (rluengo4@hotmail.com) | 
 
 
 
 La Reina de las Carpas 
              
                
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