| 
             Por RAMIRO GOMEZ-LUENGO--1a. parte ---
 
 Hay de niveles a  niveles, pero hubo un Nivel que era la cantina más antigua de Iberoamérica, ya  que operó desde 1855 hasta enero del 2008, y que fue un tranquilo refugio de  poetas, escritores, vendedores, indigentes, artistas y presidentes en medio del ajetreo del Centro de la Ciudad de  México en la esquina que forman las calles de Moneda y Seminario.
 
 Donado por el gobierno capitalino a la Universidad  Nacional Autónoma de México, el local que albergó El Nivel cerró sus puertas  alegando remodelaciones, pero en realidad, según cuenta el último dueño, Rubén  Aguirre, mejor conocido como el Profesor  Jirafales, quien heredó la cantina de su padre, el histórico y ya fallecido  barman, don Jesús Aguirre, “preferí  cerrar  antes de que los de la UNAM nos desalojaran”.
 
 “Había un amparo contra la UNAM para evitar el  desalojo, pero una vez que mi señor padre falleció el 1 de mayo del 2006, el recurso  legal dejó de tener validez, por lo que decidí anticiparme a los hechos y,  literalmente, bajé la cortina de El Nivel para siempre”, destacó el Profesor Jirafales, quien agregó que si  bien los de la Universidad se han deslindado del cierre de la cantina, “éste se  debió a sus presiones para ocupar el local”.
 
 Agobiado por la nostalgia, el perro recordó un aciago  día en que sus inciertos pasos lo llevaron al local de Moneda numero 2, esquina  con Seminario, en donde tuvo la oportunidad de platicar con el mismísimo don  Jesús Aguirre, quien durante más de 50 años atendió la barra de El Nivel,  preparando tragos de las más diversas marcas e ingredientes a infinidad de  personajes, los cuales iban desde presidentes de la República hasta humildes  cargadores, porque como a él le  gustaba decir:  “si hay un lugar democrático, esa es mi barra, donde muchos han llegado incluso  a hacerse compadres entre bebida y bebida”.
 
 Cerveza en mano y degustando la primera botana de  queso y jamón, don Jesús, quien responde sin inmutarse tanto los saludos como  los albures que le dedican sus clientes y amigos mientras entran o salen de la  cantina, relata que el oficio de cantinero lo heredó de su señor padre, quien  atendía un bar en su tierra natal: Arandas, en los Altos  de Jalisco.
 
 “Pero tras morir mi madre nos venimos toda la familia  a la ciudad de México y para 1954 ya trabajaba en una cantina que se llamaba El  Cairo, en las calles de El Carmen, cuando me comentaron que a un costado de  Palacio Nacional y la Catedral Metropolitana vendían  un lugar llamado El Nivel.
 
 “Con mis ahorros lo compré en 15 mil pesos, una  fortuna para esos tiempos, y empecé a hacerme de clientes, hasta que un día el  cronista Armando Jiménez, primo de José Alfredo y quien nomás se aventó la  labor titánica de escribir Picardía Mexicana, razón por la cual sus amigos lo  conocen como el Gallito Inglés, me  reveló que esta era la cantina más antigua de Iberoamérica, ya que tenía la  licencia número uno de la ciudad”.
 Don Jesús explica que la cantina El Nivel fue fundada  en febrero de 1855, siendo la primera a la que le otorgaron un permiso para  expender bebidas alcohólicas, “autorización cuyo original aún conservamos y por  la cual se pagaron 25 pesos oro de aquella época”.
 
 Interrogado acerca del origen del nombre del lugar, el  barman de lujo agrega que en la calle estaba un nivel que servía para medir la  altura de los siete lagos de la  cuenca  del valle de México: Ápan,  Techac, Tecocomulco, Zumpango, Xaltocan, Texcoco y Chalco-Xochimilco;  “es decir, con éste se medía cuando subía el nivel por las lluvias en la  ciudad, además de que en la esquina había una estatua de Enrico Martínez, cosmógrafo  real, cartógrafo, ingeniero hidráulico e impresor, quien inventó y puso ese  nivel en 1627.
 
 “Según me contó también el Gallito Inglés, Enrico Martínez era de ascendencia alemana, de Hamburgo,  y en realidad se llamaba Heinrich Martin, y poco después de que colocó el nivel  se dieron las peores inundaciones en la historia de la Ciudad de México, razón  por la cual las autoridades, en una actitud muy de acuerdo a nuestra  mexicanísima forma de pensar, aunque en ese tiempo todavía era la Nueva España,  le echaron la culpa y lo metieron a la cárcel, de la cual salió poco después  porque, obviamente,  él no era el  responsable de hacer llover… ¿verdad?”.
 rluengo4@hotmail.com | 
 
 
 |