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  *Creían que era de “La Malinche”* Fue un convento agustino
 * Ha tenido muchos dueños
 
 Por ELVIA ANDRADE BARAJAS
 
 Exclusivo  para RM
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 TLALNEPANTLA DE BAZ, ESTADO DE MEXICO, 30 de abril de 2014.-  Por mucho tiempo los tlalnepantlenses contaron la leyenda de que  la ex hacienda de Santa Mónica era un regalo  del conquistador Hernán Cortes a su amada concubina Doña Marina “La Malinche”,  pero luego se aclaró que la confusión surgió porque su legitima dueña se  llamaba Marina de la Caballería, viuda del también conquistador Alonso de  Estrada, que la había recibido en pago por los servicios a la corona española.
 La ex hacienda de Santa Mónica, ubicada en calle Altamirano  s/n, esquina Juárez, colonia Santa Mónica,   es uno de los atractivos turísticos de este industrioso municipio,  que  en pleno siglo XXI conserva esta  casona con su capilla y hermosos jardines, abiertos al público para  conferencias, exposiciones y conciertos.
 
 Fue fundada en el siglo XVI, y actualmente el ayuntamiento  lo utiliza para actividades culturales, en las que imparte talleres de canto  lirico, fotografía, guitarra, joyería, tango y técnicas de pintura.
 
 Por su belleza, que atrapa la historia y el paso del tiempo, este recinto cultural también es rentado para eventos   sociales, especialmente bodas, aprovechando su capilla, sus dos  jardines, sus salones y su estilo barroco colonial.
 
 
 Esta hacienda tuvo su origen en las tierras que formaban  parte de la encomienda de Teocalhueyacan.
 
 A la muerte de doña Marina de la Caballería, sus herederos  remataron la hacienda a Alonso Dávalos, casado con Francisca, una hija de  Alonso de Estrada, junto con la estancia de ganado menor con su casa, 1/2  caballería de tierra, ganado, y el molino, junto con otros dos sitios para  molinos.
 
 Poco tiempo después la vendió a Alonso de Bazán y a Pedro de  la Fuente, en 1554.
 
 Juan de Bazán, hijo de Alonso compró toda su parte a Pedro  de la Fuente, y acrecentó la propiedad comprando parcelas vecinas.
 
 En 1573 la vendió, junto con su esposa Isabel Pedraza, al  convento de San Agustín, que la tuvo  en  su posesión por un siglo, poniéndole como nombre Santa Mónica, en recuerdo de  la madre del Obispo de Hipona, San Agustín.
 
 En 1686 el convento de San Agustín vendió la hacienda a Blas  Mejía, quien la conservó 20 años.
 
             El nuevo dueño enfrenó los litigios clásicos de la época  entre vecinos; los linderos no siempre quedaban claros en las escrituras.
 Además existían problemas por el aprovechamiento del río de  Tlalnepantla, como por ejemplo, contra José Núñez de Acevedo en 1688.
 
 Esto nos habla de una de las causas por las cuales esta  hacienda perduraría por muchos siglos: era una hacienda de riego que la hacía  mejor cotizada y más productiva.
 
 Blas Mejía la vendió en 1706, teniendo varios dueños:
 
 Primero Diego de Mendiola quien la remató por deudas en 1731  a Agustina de Baeza y Bueno, viuda de Don Domingo de la Canal, que a su muerte,  en 1738, la heredó a su hija doña Francisca de la Canal, Marquesa del Valle de  la Colina, que al morir, en 1744, la deja a su hijo don Pedro Antonio Madraza de  la Escalera, Marques de la Colina, quien a los 20 años la vendió a José  González Calderón, en 1764.
 
 González Calderón fue el que mandó construir el casco de la  hacienda que se  conoce actualmente.
 
 Don José González era una persona de gran alcurnia. Fue Alcalde  Ordinario de la Ciudad de México, Cónsul y Prior del Real Tribunal del  Consulado, y muchísimos otros cargos, que le hicieron ganar mucho dinero, con  el que, entre otras cosas, construyó un bello y funcional casco de hacienda, de  tipo sobrio, pero con elegancia, con algunos elementos decorativos de estilo  mudéjar aragonesa, que en arquitectura  es una corriente estética dentro del arte  mudéjar que tiene su centro en Aragón (España) y que ha sido reconocida en  algunos edificios representativos como Patrimonio de la Humanidad por la  Unesco.
 
 
 Este estilo mudéjar lo combino con el arte barroco de la  portada de la hacienda, en el que mandó construir el escudo de armas de  González Calderón en mármol blanco.
 
 Por dentro se encontraban las escaleras que conducían al  segundo piso, lugar de las habitaciones de los señores.
 
 La parte de abajo eran las oficinas, cuentos de servidumbre  y las bodegas. Otro elemento muy característico de esta hacienda fue la  capilla, que en realidad era una pequeña iglesia, y aunque estaba junto al  casco, se construyó en esa misma época.
 
 
 Entre los siglos XVII al XIX en Tlalnepantla, que era mucho  mayor su extensión territorial que en la actualidad, había importantes y bellas  haciendas, no sólo la ahora Santa Mónica, sino también la de San José de la  Escalera, Santa Cruz, San Rafael,  San  Andrés Tulpa, San Nicolás, San Francisco Javier, San Pablo del Medio y Hacienda  Blanca.
 
 También había hermosos  ranchos y estancias identificados en 1936  como: la Providencia, Tlaxcolpan, San Nicolás, San Antonio, del Cerrito, San  Isidro, la Cañada, San Miguel, San José, San Felipe, la Tenería, la Comunidad,  San Pablo, Paredón, el Retiro y Vaquería entre otros, que en la actualidad están  convertidas en comunidades que las han poblado y copado de viviendas,  especialmente las de los cerros, pero esa es otra historia.
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