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 Por RAMIRO  GOMEZ-LUENGO--III parte--
 En el año de 1930  don Cirilo tuvo una exitosa actuación privada ante el entonces presidente de la  República, el ingeniero Pascual Ortiz Rubio, quien era conocido por la gente, e  incluso altos funcionarios de su gabinete, como el Nopalito, debido a que lo  consideraban un baboso que había sido puesto en la silla, sustituyendo a Emilio  Portes Gil, por el verdadero mandón: el Jefe Máximo de la Revolución mexicana,  general Plutarco Elías Calles.
 De todos modos el  ingeniero Ortiz Rubio tuvo boca de profeta, afirma don José Santos, puesto que  al término de la actuación se acercó a mi papá para decirle: “don Cirilo, usted  no sólo va a poder trabajar en el Tenampa, sino en el lugar que se le antoje”.  “Emocionado por el elogio, don Cirilo reagrupó al mariachi y le dedicó al  presidente, quien poco después, presionado por el general Calles, dejaría la  silla en manos de Abelardo Rodríguez, sus canciones favoritas: El torito, Las  copetonas, El arbolito, El peine, La escalera, La iguana, El guaco y Los  panaderos”.
 
 Ese mismo año,  Ortiz Rubio y el gobernador de Jalisco, el también ingeniero Ignacio de la  Mora, tomaron el acuerdo de mandar a Cirilo y su mariachi de gira por la ciudad  de La Paz, Baja California, y varios estados más del norte de la República, a  fin de dar a conocer la música regional tapatía.
 
 “Cuando me inicié  en elaborar la biografía de mi padre presentía que me iban a criticar, que no  iban a creer en mí, pero aquí tengo las pruebas de todo lo que digo: nombres,  fotos, libros y recortes de periódico”, sostiene.
 
 Por si fuera poco,  señala, el mariachi de su papá fue el primero que trabajó en el cine nacional,  puesto que en 1931 lo invitaron a tomar parte en la primera película sonora  mexicana: Santa, que costó 45 mil pesos y que tuvo a Lupita Tovar en el papel  principal, así como a Carlos Orellana en el rol del cieguito.
 
 “Si bien la música  estaba a cargo de Agustín Lara, el músico poeta,  el Mariachi Marmolejo tocó como cuatro  pedacitos a lo largo del filme”, anota.
 
 Santa se filmó  donde estaba la papelera Loreto de San Fernando, lo que es actualmente Plaza  Cuicuilco, frente a la Villa Olímpica y “es precisamente gracias al cine  mexicano con temática campirana de la llamada época de oro cuando despunta el  mariachi como el emblema de lo mexicano en el resto del mundo”, subraya.
 
 Don Cirilo salió  del 25 de agosto al 10 de septiembre de 1933 en una gira organizada por el  general Jaime Quiñones para Chicago, Illinois, durante la cual acompañaron a la  cantante Eva González, amenizaron los intermedios y participaron musicalmente  durante las intervenciones de un grupo de charros que iban con la troupe.
 
 Fue precisamente  El San Luis quien sugirió que llevaran al Mariachi Coculense, que aprovechó su  estancia en Chicago para grabar un disco con el sello Columbia, el cual incluía  canciones como La pulquera y La gaviota, entre otras.
 
 El 26 de  septiembre del mismo año se presentaron en San Antonio, Texas, donde también  hacen grabaciones, regresando a la ciudad de México justo a tiempo para  integrarse a la campaña presidencial del general Lázaro Cárdenas del Río, con  quien anduvieron como elementos básicos de sus mítines por toda la República.
 
 
  Serenata para el  general Cárdenas
 “Cuando tomó posesión  el general Cárdenas, quien por cierto siempre pedía que el mariachi le tocara  Dónde estará esa negra consentida,  llamó  a Cirilo y le dijo: ‘tú me has ayudado mucho, y ahora yo te quiero ayudar, dime  qué quieres, qué se te ofrece’.
 “Mi papá pensó  para sus adentros: ‘bueno, en vez de andar hablando por teléfono para ver si  sale alguna chamba, aquí cada 15 días voy y cobro mi sueldito’, por lo que le  dijo al general: ‘señor, deme trabajo en el gobierno con mis muchachos’.
 
 “Sí como no,  respondió don Lázaro, quien de inmediato le dio instrucciones al licenciado  Luciano Kubli, quien era el director general de Acción Cívica, para que dieran  de alta a los muchachos”.
 
 Los integrantes  del mariachi que se dieron de alta el 15 de julio de 1936 fueron:
 
 Juan Marmolejo  Baltazar, violín; Efrén Rodríguez, violín y clarinete; Domingo López, vihuela;  Elías Marmolejo López, vihuela; Cirilo Marmolejo Cedillo, guitarrón; Pedro  Alanís, guitarra, y Gil Díaz, trompeta.
 
 Pero sucedió un  detalle con mi hermano Elías, comenta don José Santos, ya que éste nació en  Tecolotlán el día 20 de julio de 1925, así es que para esas fechas tenía apenas  11 años, por lo cual Oficialía de Personal no lo admitió, ya que era menor de  edad, a pesar de que tocaba en el mariachi.
 
 “Y bueno, mi papá  dijo: ‘muchachos, agarren sus instrumentos porque vamos a llevarle serenata al  general, puesto que no aceptaron a Elías’. Y dicho y hecho, llegaron hasta Los  Pinos, en donde le tocaron al general su canción; éste salió sonriendo y les  dijo: ‘qué te pasa Cirilo, qué problema traes’”.
 
 Su papá le planteó  que a su hijo no lo habían recibido, pero el general Cádenas le pidió no  preocuparse y le prometió que el asunto se resolvería pronto.
 
 Fue de nuevo con  Elías a las oficinas de Acción Cívica y, tal como dijo el general Cárdenas, lo  aceptaron, aunque le tuvieron que aumentar la edad a 18 años, “a pesar de que  la fotografía no miente”, señala.
 
 Don José Santos  recuerda que a su hermano Elías le gustaba mucho el baile, ya que en cuanto  tocaban un son jalisciense se ponía a zapatear como loco.
 
 “A don Lázaro  siempre le agradó rodearse de gente del pueblo en su casa, por eso cuando  construyó la residencia oficial de Los Pinos ordenó que varias habitaciones  fueran destinadas para dar clases de artesanía, baile regional, música, de  todo, lo cual fue impulsado también por su señora, doña Amalia Solórzano de  Cárdenas, quien tenía los mismos gustos que el general”, asegura.
 
 Cuenta que un día  que estaba el mariachi amenizando en Los Pinos con un son, su hermano, ni tardo  ni perezoso, se soltó a bailar, y en eso que llega doña Amalia, quien mandó  llamar a uno de sus ayudantes, al cual le dijo: ‘lleve por favor a este niño  con un sastre para que le haga un traje charro; le compra un sombrero, botines  y su cinturón’.
 
 Así como esta,  hubo miles de anécdotas con el general Cárdenas y el mariachi, pero sobre todo  se acuerda de que le tocó a los muchachos vivir prácticamente en sus narices el  famoso rompimiento entre el mandatario y el Jefe Máximo, el general Plutarco  Elías Calles.
 
 Sin aviso, y mucho menos cita previa, explica  don José Santos, el general Calles se metió al jardín principal de Los Pinos,  en donde, tras ser recibido por el general Cárdenas, le dijo: “mire don Lázaro,  no vengo yo a discutirle mucho, sólo quiero que me arregle estos asuntos, pero  ahorita por favor”.
 
 Y Cárdenas le  contestó: “perdóneme don Plutarco, pero hay otras personas que están  solicitando también algún asuntito, y tengo que atenderlas, permítame usted”.
 
 “Ah no -le dijo  don Plutarco- yo quiero que usted me atienda ahorita esto, además, recuerde que  yo aquí pongo y quito presidentes a la hora que quiero”.
 
 Cárdenas insistió  en no atenderlo.
 
 Don Plutarco, cada  vez más molesto, le formuló un ultimátum para que dejara en cierto tiempo la  presidencia.
 
 Pero el general  Cárdenas le contestó con la misma firmeza: “Ah sí, pues ahorita yo soy el  presidente de la República, y le doy tal tiempo para que se salga del país”.
 
 Y de inmediato  mandó llamar a unos agentes, a quienes les ordenó detener al hermano de don  Plutarco hasta que éste hubiera salido del país.
 
 Y así fue, nos  dimos cuenta de eso José Santos, me dijo mi hermano Ignacio, a quien le  contesté: “pues ni hablar Nacho, si tú lo dices, así habrá sido”.
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